miércoles, 30 de mayo de 2007

Retiro

Me he despertado aterrizando en Madrid. No sé como he llegado hasta aquí, pero estoy aquí. Las enormes calles me invaden. Es de noche y estoy perdida, en una parada de autobús, de un autobús que no conozco y no sé a donde lleva. Mi prima Gema ha venido a buscarme a pesar de que yo no le he dicho que venía. Pero me he vuelto a encontrar sola otra vez. Suena el móvil, Gus me hecha bronca porque estoy en Madrid y no le he dicho nada. Hay una exposición de fotografía en el reina Sofía, me dice. Quiero ver las fotos de Mapplethorne pero nadie me quiere acompañar. El teléfono se apaga, no hay batería. No me acuerdo del número, no sé a quien llamaba. ¿O me llamaban a mí? Desisto. Todo está oscuro y solitario. No me gusta este Madrid. Sigo en la parada del autobús. Se hace de día rápidamente, como en las películas, las nubes y el sol se mueven a cámara rápida. Me voy al Retiro. Hay tanta gente y yo quiero estar sola. Todos desaparecen. Creo que he quedado con alguien aquí pero no sé con quien ni porque. Me muevo nerviosa entre los árboles. Han abierto un jardín japonés dentro del Retiro. He llegado al sitio. Arena, juncos, agua que cae suavemente, nenúfares,…Tengo calor con el kimono pero me gusta como me sienta. Llegas tarde, le digo. Llevo esperándote siglos. Sonríe. No dice nada. Es la hora del té. Y nos sentamos en la pagoda a beber el té tranquilamente.

lunes, 28 de mayo de 2007

El bosque


Estaba siempre ahí, al otro lado de su ventada. Esperando. Lo sentía. Miraba sin ver o eso al menos creía. Se engañaba. Sabía perfectamente que era aquello que le llamaba. Por las noches se estiraba en la cama con los ojos abiertos y escuchaba como los árboles le llamaban, las hojas meciéndose con el viento y el silencio de la noche que envolvía al bosque. Hacía mucho tiempo que le llamaba pero lo ignoraba, miraba para otro lado y seguía su vida. Hasta aquel día, no supo porque. Una llamada le despertó en mitad de la noche. Ya no pudo dormir. Se acercó a la ventana, miró a la oscuridad que le rodeaba. Se pasó horas allí. Justo antes del amanecer decidió marcharse. Lo dejo todo tal y como estaba. No necesitaba nada de aquello. Dejó la puerta abierta y se marchó. Caminó y se adentró en el bosque sin mirar atrás. La luz que nacía entraba por entre las ramas de los árboles tenuemente. Los rayos se filtraban y acariciaban su piel. No caminaba sin rumbo fijo, sabía a donde iba. Se despojó de todo lo que poseía y se entregó al bosque. Al lado de un riachuelo mojó sus pies y entonces, lo sintió. Sus pies se aferraron al lecho del río, no podía moverse pero no le importó. Cerró los ojos y simplemente sintió. Sintió como sus piernas se endurecían y se convertían en dura corteza, como sus brazos se alargaban en ramas, como florecían brotes de hojas de ellas, como la salvia circulaba por su cuerpo ahora ya su tronco, como volvía a nacer. Diferente, nuevo, libre en el lecho de un río, en el bosque lo vio nacer una vez y que ahora lo volvía a recibir en su seno. Por fin supo que estaba en el lugar en el que siempre quiso estar.
Foto: De una servidora en el Botanic Garden, Dublín.

viernes, 25 de mayo de 2007

Teatro




La compañía de teatro llego al pueblo sin hacer mucho ruido. Se instalaron en la fonda y se prepararon a conciencia para la representación. Me acerqué a visitarlos, la obra que representaban me interesaba y quería charlar con los actores y el director. Pura curiosidad. Javier estaba allí, era el protagonista. Era extraño ver a un actor de la envergadura de Javier Bardem en una gira teatral por pequeños pueblos, pero lo cierto es que allí estaba como uno más. Se había dejado barba y había perdido un poco ese aspecto de fiera que tiene a veces por una apariencia más bonachona. El papel así lo requería. Me acerqué a hablar con él y debatimos durante un buen rato sobre la incomunicación. Interesante tema para una tarde aciaga. Al día siguiente representaban y fueron al alcázar del pueblo para prepararlo todo y hacer los últimos ensayos. Me dejaron acompañarlos. La tensión entre los actores durante los momentos previos al ensayo general era evidente, se concentraban como pidiendo recogimiento y desaparecían en su interior para convertirse en otros, personajes de ficción a los que conseguían dar vida. Después del ensayo, a media tarde Javier y yo nos quedamos sólos y me confesó que aún le daba miedo enfrentarse al escenario. No le creí. No lo parecía. Le dolía el cuello, un mal gesto me dijo y me ofrecí a hacerle un masaje. Mientras jugaba con mis dedos en su cuello y sus hombros lo vi. Un monje pasó caminando hacía una de las estancias que estaban al fondo del patio del alcázar. Fueron unos instantes, lo suficiente para que un escalofrío recorriera mi pie. El director se acercó a nosotros, quería hablar con Javier y se marcharon juntos. Quedamos en vernos más tarde, toda la compañía iba a cenar en la casa del profesor, amigo del director de la obra, yo también estaba invitada. La tarde cálida de luces estivales y paredes blancas empezó a oscurecerse. Me entró frío. Ojalá tuviera un jersey, pensé. Me dirigí a la puerta por donde había desaparecido el monje. Dentro había una gran biblioteca, grandes tomos y pequeños de libros antiguos pertenecientes a la abadía del pueblo, los monjes se trasladaron al alcázar para la reconstrucción de la abadía que se quemó durante las obras y se habían quedado definitivamente en la parte norte del edificio. Una vela encendida sobre una mesa de roble era la única iluminación. Un gran libro de tapas negras estaba sobre ella. Me acerqué. La tapa no tenía ninguna inscripción. Lo abrí. 'Summa Daemonica' era el título. Una fuerte ventada abrió la puerta de la sala, la páginas de libro corrieron hasta pararse en una ilustración. El viento cesó de golpe. Allí estaba. Él, mirándome desde un grabado de época medieval. Sus ojos se encendieron, ardiendo en un rojo volcánico y el libro empezó a arder y quemarse como en un pequeño infierno. Me había encontrado. El monje estaba enfrente mío. Me miró con ojos desorbitados. Bruja, me dijo y se santiguó. Luego salió corriendo. Ya nada sería igual. Estaba claro que nunca podría escapar de él.

Foto: Juanjo Fernández. Mil gracias de nuevo.

star wars

Feliz 30 cumpleaños!!!! Y que la fuerza os acompañe!!

jueves, 24 de mayo de 2007

Flop, flup, flop, flup

Ramón siempre tiene la viñeta adecuada

lunes, 21 de mayo de 2007

My green

Saint Stephen's Green Park. Tumbados en la hierba. Como dice James Joyce: 'Crossing Stephen's, that is, my green...'. Mi verde. Estoy como en casa. Mi compañero de viaje se ha dormido. Yo estoy casi a punto. Se está tan a gusto aquí, sobre la verde hierba, bajo el cálido sol, mecidos por el suave viento,...Schhh, schhhh. Schhh, schhhhh. Eh tú, si a ti, la de verde. Creo que es a mí. Abro los ojos. Me giro, miro en todas direcciones. No veo a nadie. Sigue dormido, no ha sido él. Vuelvo a tumbarme y cierro los ojos. Schhh, schhhh. Lenore, ¿Es qué no me has oído? Te estoy llamando. Me giro de nuevo. Entonces, lo veo. Tengo que cerrar un poco los ojos para enfocar porque estoy miope perdida, pero está allí. Escondido detrás del tronco de un árbol. Su cabeza asoma disimuladamente con su sombrero verde decorado con un trébol. Es un leprechaun!!!!!!!!!!!!! Abro los ojos como platos, tengo que despertarlo para que lo vea pero me mira horrorizado cuando me ve extender la mano. Me pide sin palabras que no lo haga y me hace con su manita el gesto de que me acerque. Me levanto y me acerco. Al llegar al árbol me agacho. Hola sr. leprechaun, le digo. ¡Qué educada! Llámame Ian por favor. Hola Sr. Ian. Ian a secas. Ah! Hola, Ian a secas. Creo que se está enfadando. Era broma, le digo riendo. No estoy para bromas. Necesito tu ayuda, tienes que venir conmigo, me apremia. No puedo dejarlo sólo, está dormido y si vienen a robarle y no se entera. No te preocupes, no le pasará nada, yo me encargo. ¿No te fías de mí?, me pregunta. No te conozco, le contesto. ¡Soy un leprechaun, por favor, la duda ofende! Perdón, perdón. Es pequeñito pero cuando se enfada tiene una cara que...en fin, mejor evitar que se moleste, pienso. Sígueme. Se abre una puerta en el tronco del árbol y me indica que le siga. Y yo pues le sigo. ¿Qué hacer sino si un leprechaun te pide ayuda? No puedo dejarlo tirado. Viajamos por túneles subterráneos hasta una puerta que da una gran pradera y a un arco iris que se eleva hasta el cielo. ¿Y bien?, me pregunta el sr. Ian, el leprechaun. ¿Y bien qué?, le digo yo. Bueno, ayúdame a cruzar el arco iris. Pero si yo no soy un leprechaun, no sé como se hace. A mi no me vengas con tonterías, que sé perfectamente que hablas con ballenas, que te relacionas con el diablo y que encima cuando te da la gana usas tus poderes y para colmo, tu madre es una bruja que hace galletas mágicas o sea que no me vengas jodiendo que tengo prisa y una mala leche que no hay quien me aguante. A ver, le digo yo, que esas cosas las hago en la ficción del relato. En la realidad soy una tía de lo más normal. Menos lobos caperucita, me espeta Ian con los brazos en jarras sobre sus pequeñas caderitas. Arreando que es gerundio y tengo prisa, llévame al otro lado del arco iris que me están esperando. Joer, que genio tienes Ian. Si me lo pides así tan amablemente. Vale, anda, ven aquí. Lo cojo en brazos y cruzamos el arco iris. Al llegar al otro lado le dejo en el suelo. Lo ves, me dice guasón, a mí con tonterías, ni que yo fuera idiota, que soy irlandés y bajito pero no me chupo el dedo. Ya sabía que podías hacerlo. Vale y ahora me puedo volver, le digo. Espera que me tienes que hacer otro favor. Joder, cuantas exigencias. Mirada asesina del leprechaun. Vale, vale, hay miradas que matan, le digo, pide por esa boquita. Menos guasa, menos guasa, me dice. Espera aquí. Se va a una linda casita pequeña y verde situada en la base de un árbol. Esto parece un sueño, ¿me habré tomado un ácido y estoy alucinando? Ian vuelve. Ten, llévate esto. Me da algo envuelto en un pañuelo. Es una planta. Plántalo en el jardín botánico. Pero si yo no sé como se hace. Pues que lo plante tu amigo que seguro que sabe. Y se marcha dando media vuelta sin decir ni adiós. ¡Qué mal educado! Me largo de allí por el arco iris y por los túneles de vuelta al árbol por el que entramos. Sigue allí dormido, mejor no se lo cuento que va a pensar que estoy loca. Al día siguiente en el jardín botánico le pido que me ayude a plantar la dichosa planta. No preguntes, le digo, mírala pobrecita, sino la plantamos se muere fijo. Y me ayuda. Claro, como se lo pido con amabilidad, no como otros que yo me sé...Una vez plantada nos marchamos a seguir andando por el parque botánico. Damos una vuelta y al volver a pasar por el mismo lugar, en vez de la planta hay un enorme árbol centenario. Alucinamos. Ya puestos, le cuento lo que me pasó el día de antes. Si ha visto lo del árbol seguro que se lo cree. Vale, me dice, vale. Un leprechaun, creo que lo he entendido. Mejor seguimos andando. Esto mejor no contarlo porque van a pensar que estamos locos. Estamos de acuerdo. Schhh, schhh. Lenore. Nos giramos. Ian está allí, al lado del árbol. Sonríe. Gracias a los dos, dice. Se abre una pequeña puerta en el tronco del árbol, Ian se mete por ella y desaparece. Nos volvemos a mirar con los ojos como platos. Me gusta Irlanda. A mi también, le digo. Y seguimos caminando. El verde nos espera.

Una bañera

Unos amigos dan una cena en su casa, me han invitado. Al principio no me apetece mucho pero insisten y voy. Me han dicho que será algo sencillo y con pocos amigos. Cuando llego, el piso está a rebosar. Hay tanta gente que no hay sillas suficientes ni espacio para todos, estamos apelotonados. Además, mis amigos están reformando el piso y está todo manga por hombro. Pintura, muebles, papeles de periódico cubriéndolo todo... Me siento como pez fuera del agua. Consigo sentarme en un taburete pequeño, apretujada en una esquina de la mesa casi contra la pared. Estoy agobiándome. Me excuso y me marcho al lavabo. Cierro la puerta y echo el pestillo. No me echarán de menos. ¡Hay tanta gente! Por fin a solas, estoy salvada. El baño es de colores, todas la racholas son de colores diferentes, la bañera es azul en gradaciones como las olas del mar. Me entran ganas de darme un baño y sumergirme en la bañera sin sacar la cabeza del agua para desaparecer de ese lugar. No me apetece estar allí. La bañera está llena. Antes estaba vacía. ¿Antes estaba vacía? ¿He pensado que estaba llena y se ha llenado? Creo que sí. He encontrado mi ventana al mundo. Pican a la puerta. ¡O no! !Tengo que escapar. Me meto en la bañera, llevo un vestido lila vaporoso, de esos que no tengo pero que me gustan. No tengo tiempo de quitármelo. Me meto en la bañera y me sumerjo. Es tan grande que no veo el final, nada y nado. El agua está clara. Al principio aún se oía el aporrear en la puerta, ahora solo escucho el silencio del mar. Me muevo por túneles transparentes llenos de agua. Es tan fácil respirar debajo del agua, quizás siempre he podido hacerlo y no lo sabía. Me muevo grácilmente como pez en el agua. Por fin. Los túneles de cristal transparente son como un laberinto. No estoy sola. Al principio me parece que voy por caminos tan estrechos que solo yo quepo por ellos pero lo cierto es que no soy la única que circula por estas vías acuáticas. Unas ballenas van conmigo. En otros túneles las veo pasar asombrada. Me miran y sonríen, saludándome. Yo les devuelvo el saludo. En mi mismo túnel, pasa por debajo mío una ballena. Parece que lleva prisa, saluda apresuradamente. Sigo mi camino. Creo que estoy llegando. Por fin, mar abierto. Sigo nadando creo que aquí estoy en mi lugar. Soy feliz. Toc, toc, toc, toc. Ese ruido ensordecedor, no para. Me está empezando a doler la cabeza. Cada vez más fuerte. Toc, toc, toc, toc. De golpe salgo del agua, estoy en la bañera metida con la ropa puesta. He chapoteado tanto que el baño se ha inundado. Toc, toc, toc, toc. ¿Estás bien? Si, si, respondo apresurada. ¿Cómo demonios voy a explicar que me he dado un baño en una casa a la que me han invitado a cenar con la ropa puesta y que les he dejado el baño encharcado? Abro la puerta. Estoy chorreando, el lavabo está inundado. Creo que el baño está estropeado, digo con cara de buena, me ha estropeado mi vestido nuevo. Dios mío pobrecita, anda ven y sécate. Se preguntan que habrá pasado. Me dan una muda seca y les digo que prefiero irme a casa, insisten en acompañarme pero prefiero ir sola. Por fin, salgo de allí. ¡Salvada! Me voy corriendo a casa y lleno la bañera hasta arriba. Había un corredor que indicaba hacía el pacífico y tengo ganas de verlo. Allá voy, me meto en la bañera esta vez con un vestido azul. La ballena que llevaba prisa está en mi mismo túnel. Me pregunta a donde voy y se ofrece a acompañarme. Ya no tiene prisa, ha resuelto unos asuntillos que le llevaron al Ártico y le apetecen aguas más cálidas. Le doy las gracias encantada. Me cuenta cosas interesantes mientras viajamos, el Pacífico nos espera.

lunes, 14 de mayo de 2007

Goin' Mobile













Me voy a ver a los WHO a madrid!!!!!! Por fín podré desgañitarme cantando el Baba O'Riley!!!!! Una de mis canciones favoritas junto a esta joyita y que esta semana me viene que ni pintada:


Goin' Mobile- The who

I'm goin' home
And when I wanna go home
I'm goin' mobile
Well, I'm gonna find a home
And we'll see how it feels
Goin' mobile
Keep me movin'

I can pull up by the curb
I can make it on the road
Goin' mobile
I can stop in any street
Invitin’ people that we meet
Goin' mobile
Keep me movin'

Out in the woods
Or in the city
It's all the same to me
When I'm drivin' free, the world's my
home
When I'm mobile

Hee, hoo!
beep beep!

Play the tape machine
Make the toast and tea
When I'm mobile
Well I can lay in bed
With only highway ahead
When I'm mobile
Keep me movin'

Keep me movin'
Over 50
Keep me groovin'
Just a hippie gypsy

Come on move now
Movin'
Keep me movin', yeah

Keep me movin', groovin', groovin',
yeah
Movin', Yeah
Mobile, mobile, mobile, mobile, ...

I don't care about pollution
I'm an air-conditioned gypsy
That's my solution
Watch the police and the tax man miss
me
I'm mobile
Oooooh, yeah, hee!

Mobile, mobile, mobile yeah

Pantano

Mientras recorría el pantano, se preguntaba que hacía allí. ¿Qué la había llevado a estar metida en el agua hasta la cintura, rodeada de plantas, cocodrilos y serpientes y con el lodo asentado a sus pies? Quizás fue aquel día que perdió el norte, aquella noche aciaga en la que cayó hasta lo más bajo y al día siguiente no supo quien era o lo que hacía. Nunca había llegado tan lejos. Pensó que se recuperaría pero lo había perdido. Perdió el don, el don que una vez tuvo y creía que era ella. Ahora ya no lo tenía, ahora ya no era ella. No sabía a donde iba, ni que iba a hacer. Estaba perdida, sin ese don no era nadie. Antes cogía su guitarra y jugaba con su voz a crear, crear melodías que iban más allá de si misma. Ahora su guitarra era un trasto inútil. Su voz se perdió en la negrura de la noche y nunca más volvió. Lo había probado todo, pero nada había servido. Y ahora, estaba ahí, en el pantano que la vio nacer dispuesta a venderle su alma al diablo por volver a ser lo que una vez fue.Había dejado atrás la barca en la que venía, a partir de ahora, tendría que ir a pie. La bruja la esperaba. Su cabaña estaba perdida en lo más profundo del pantano, en un lugar donde solo la podía encontrar los desesperados como ella. Los que estaban dispuestos a todo por recuperar aquello que perdieron o conseguir aquello que nunca tuvieron, a cualquier precio, por alto que fuese. Delante de la cabaña, después de horas de vagar entre las aguas pantanosas, dudó. Pero apenas fueron unos segundos. Ella lo sabía y la esperaba. La esperaba entre oscuridades, velas ardiendo y ojos expectantes. Hicieron un pacto. Ella lo cumplió. Mientras la bruja tiraba las runas sobre un sapo muerto y abierto de par en par con las tripas fuera, los ojos se le ponían en blanco y sonreía maquiavélicamente, en éxtasis. Le daba miedo pero no le importaba. Volvería a ser la de antes. Cuando se marchó, volvió a recuperar la voz, pero perdió algo en el camino, algo que quizá en un futuro, echaría en falta.Una semana después volvió a grabar y un mes más tarde ya daba su primer concierto. El regreso más esperado, lo llamaban. Su voz había vuelto pero no era la misma. Ya no era clara, ya no era limpia. Ahora era pantanosa y oscura como la noche. Marcada por la vida. Ya no era la misma. Nada parecía hacerla feliz, solo cantar, pero una vez que bajaba del escenario, no quería ver a nadie. Simplemente, desaparecía. Se volvió un bicho raro. Encerrada en su castillo de cristal sin dar señales de vida salvo cuando tenía que cantar. Toda esa gente que siempre estuvo a su lado desapareció, se fue o ella los apartó. Estaba sola, pero tenía su voz. Creía que era feliz pero no era cierto. Perdió algo en el camino que pensó que no necesitaría. Se equivocó. A los pocos meses, la encontraron, muerta, fría como el hielo, sola en su mansión de cristal. Hacía días que había fallecido, pero nadie se dio cuenta, ya no se relacionaba con nadie. Estaba sola. A su entierro privado asistieron pocas personas, una de ellas destacaba sobre las demás, nadie la conocía. Una mujer negra, misteriosa, sonriente y de blancos dientes. Todos se extrañaron, nadie entendía la causa de su muerte, menos el forense que al hacer la autopsia encontró que faltaba algo. No tenía corazón. En su lugar había un vacío negro e inhóspito. En el funeral no se oyó música, ni siquiera la suya. Sólo un retumbar de tambores, un corazón latiendo con fuerza en la mano de una vieja bruja de un pantano oscuro y perdido a donde solo llegaban los desesperados.

jueves, 10 de mayo de 2007

Tocar palabras

Un concierto más. Me ha parecido extrañamente familiar. No sé porque he venido. Ni siquiera sé quien toca. ¡Qué extraño! Es una sala desconocida para mí, nunca había estado antes. Hay sillas, la gente estaba sentada y al terminar el concierto se ha levantado y han comenzado a salir en silencio. Un silencio poco habitual después de un concierto. Miles de papeles sobre las sillas, letras de canciones, partituras, abandonadas a su suerte, nadie las quiere. He salido a la calle y me he topado con Al.
-¿Vas a ir al concierto de los Tornados?- me ha preguntado.
-No, el jueves me voy a Londres unos días. –le he respondido.
-No mujer, el que hacen mañana martes.
Sorprendida, me quedo mirándolo:
-¿Tocan los Tornados? No tenía ni idea. Seguro que iré a verlos, ¿dónde es?
Después de despedirme de Al, camino contrariada, pensando que era extraño que no supiese que tocaban con lo que me gusta y con lo pesado que se pone Guillem haciendo publicidad de los bolos del grupo. Camino hacía mi coche, es un cadillac descapotable rojo y me preguntó antes de subir en él: ¿Cuándo demonios me compré yo un coche? Si hace más de cuatro años que no le doy uso a mi carné de conducir. Aún así, sin tener miedo a que me quiten todos los puntos nada más poner la llave en el contacto, me subo y conduzco hasta casa. Tengo cosas que hacer.
Al día siguiente me preparo, es el día del concierto y decido ir en metro. Mi hermano Toni me acompaña, tiene una cena con compañeros del trabajo cerca del lugar. Nos despedimos a la salida del metro y me dirijo tranquilamente hasta la sala. Hoy toco yo. No sé como es pero lo cierto es que hoy tocaré, hoy soy Pola Neri y tocaré con mi guitarra. Ni siquiera sabía que supiese tocar. Entro en el local, es temprano y no hay nadie. Pregunto si puedo hacer la prueba de sonido y me dicen que sí. A parte de mí, toca Maika Makovski y los Freewheelin’ Tornados pero nadie toca con su nombre sino bajo seudónimo, como yo. Mi guitarra ya está allí. No sé como ha llegado ni quien la ha traído. La cojo y es extraño, por un momento me siento perdida. ¿Es mi guitarra? ¿Alguna vez tuve una? No tiene cuerdas, sólo palabras que debo tocar. Pero no sé como. Rozo las palabras con mis dedos, están escritas en negro. Aparecen y desaparecen mientras rozo la madera, pero la guitarra no emite ningún sonido. Maika se ha acercado a mí. Me ha estado observando mientras yo miraba contrariada mi guitarra.
-¿Qué te pasa?- me pregunta.
-No sé tocar Maika, no me acuerdo como se tocan las palabras.
-Tranquila. Mira, se hace así. –Y Maika coge mi guitarra y hace sonar las palabras como nunca antes las había oído. Sonrío porque son sus palabras y no las mías, pero también porque lo que oigo es música no palabras. La miro sonriendo y le doy las gracias.
-De nada, suerte.- Y se marcha, alguien la llama.
Ahora ya sé lo que tengo que hacer. Mi prueba de sonido va bien. Toco mis palabras, cantan por mí. Luego salgo fuera a tomar el aire, creo que me estoy poniendo nerviosa empieza a llegar mucha gente y eso me asusta. Veo entrar a los Tornados, Guillem casi choca conmigo y no me reconoce. Recuerdo que soy Pola Neri y no soy yo. La gente empieza a entrar y mientras los veo pienso para mí, ¿por qué no me ha reconocido? ¿Por qué no podía tocar mi guitarra? Y entonces, mientras cierro los ojos respiro profundamente y dejo que la noche me invada, lo entiendo. Yo no soy músico. No hablo con la música. No uso instrumentos de cuerda. Mi instrumento es la palabra y sólo con ella me oirán. Me llaman. Es la hora. Entro. El concierto va a empezar.

Nota: esto lo escribí en noviembre pasado pero me apetecía colgarlo aquí.

Fuego en los ojos

El tren traqueteaba sin cesar. Era uno de aquellos trenes antiguos como los de las películas. Supongo que en aquel país oscuro y distante era lo mejor que tenían. Se sentía como si viajara en el Orient Express. Una travesía que siempre había soñado hacer. La verdad es que había sido un viaje extraño, había cambiado de tren tres veces para enlazar con este en el que viajaba por fin rumbo a su destino y en los tres trenes había coincidido con una joven extraña de profundos ojos verdes que no lograba quitarse de la cabeza. Vagando por los pasillos del tren-litera se preguntaba si también allí se la encontraría. Sería demasiada casualidad. Cada vez que se la encontraba, sus ojos profundos la miraban desde sitios que nunca antes había imaginado, oscuros y ocultos. Eso le inquietaba pero a la vez le atraía. Al llegar a la frontera el tren se paró, el revisor pasó pidiendo los billetes y los pasaportes junto con un militar. Cuando el tren se puso en marcha de nuevo, la vio. Estaba en el andén mirándolo mientras el tren pasaba, algo en su interior se rompió. Decepción. No volvería a verla. Se fue pronto a la cama y tuvo sueños extraños en los que ojos de fuego le traspasaban. A la mañana siguiente, tenía la espalda arañada y un chupetón en el cuello. ¿Estaría soñando? Fue a desayunar al vagón restaurante y allí estaba ella. Esta vez sonreía y sus ojos eran claros como el día. Buenos días, le dijo con voz suave mientras él se sentaba en su mesa. ¿Puedo acompañarte?, le preguntó cuando en realidad ya se había sentado. Ella asintió con la cabeza. ¿Quién eres?, le preguntó. ¿Quién quieres que sea?, le dijo ella. Había algo en ella que lo inquietaba, pero no sabía el que. Eran sus ojos. ¿Pero porqué? Porque ves lo que no quieres ver, respondió ella. Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo. Ella sonrío. ¿Quién eres?, volvió a preguntarle y los ojos de la muchacha ardieron en el infierno y se iluminaron de fuego. Y entonces, él supo que estaba perdido.

p.d. Siento haber tardado tanto en actualizar. Espero que os guste. Me están saliendo unas cosas oscurillas que no sé si me apetece publicar. Pero bueno, ahí va.

viernes, 4 de mayo de 2007

Gracias





Popo es un filósofo de la vida. Cuando leo las cosas que me decís sobre mis relatos me siento así...;-) Gracias a todos por leerme.

miércoles, 2 de mayo de 2007

La galleta


Mi mamá me ha prohibido que me acerque a la mesa de la cocina. Me ha visto las intenciones nada más entrar por la puerta. Encima hay una galleta enorme. Se me hace la boca agua mientras la miro escondida detrás de la puerta. Mi mamá hace muchas galletas y todos de diferentes sabores pero nunca me deja probarlas. Es una injusticia. Durante toda la mañana ha trajinado en la cocina con pucheros y el horno para preparar la megagalleta. Cuando está trabajando no me deja entrar en la cocina. Esa galleta tiene un destinatario, me ha gritado, cuando me abalanzaba ya casi sobre la mesa. Pero esa galleta tiene mi nombre, lo sé. Cuando mamá se ha ido, me he subido a una silla, la mesa está muy alta y yo soy pequeñita, no alcanzo, pero encima de la silla, jejeje. La galleta es mía! Está ahí, enorme y suculenta sobre un plato blanco en el centro de la mesa. Me la he comido entera, mi mamá me va a matar. Estoy llena, tengo la tripita a punto de explotar. Uy, pelo, pelo blanco en la tripita y las manos. Estoy cubierta de pelo. Pluff. Mi mamá ha entrado en la cocina. Te lo tienes merecido, me ha dicho, por niña mala. Una semana castigada, comerás solo zanahorias, así no te acercarás más a mis galletas embrujadas, ha concluido. Siempre me han gustado las galletas que hace mi mamá en el trabajo. Están riquísimas y tienen unos efectos secundarios taaaaaaaaan divertidos. No me gustó la vez que me convertí en caracol, las babas son asquerosas, pero ser conejito, ser conejito es divertido!!!!!! Jejeje. Por lo menos un ratito. Además, me gustan las zanahorias...

Coco


Coco estaba despierta. Llevaba varias horas sin dormir pero no le importaba. Había soñado y había tenido terribles pesadillas plagadas de ratas. No sabía porque. Su casa estaba invadida, los exterminadores iban cerrando habitación por habitación a medida que las iban limpiando. Las ratas se comían todo hasta lo incomible, campaban a sus anchas por el piso. Una rata enorme, de casi medio metro se le acercó amenazante mientras otra le cayó en la cabeza. Los exterminadores la fumigaron de la cabeza a los pies. Aún así no se despertó, tuvo tiempo de ver la ratas gemir y retorcerse hasta morir, pero volvían a salir de la nada. Entonces, se despertó bañada en sudor. Hacía semanas que Coco soñaba con ratas pero no le importaba. Bueno, lo cierto es que en los sueños lo pasaba fatal pero luego se despertaba y sabía que solo eran eso, sueños y se sentía mejor. Así que llevaba varias horas despierta en silencio, él a su lado estaba dormido y respiraba tranquilamente. Coco, lo miraba y trataba de no pensar en ratas. Estuvo a punto de quedarse dormida tres o cuatro veces pero se mantuvo despierta, lo cierto, es que las ratas la aterrorizaban. Y sus sueños estaban plagados de ellas. Iba a tener que llamar a un exterminador de ratas en sueños, consultaría con Morfeo. Se abrazó a él con fuerza pero con la suficiente suavidad para no despertarlo. Eran solo pesadillas y no quería molestarlo por eso. Parecía cansado. La luz entraba tenuemente por la persiana de la habitación. Las ratas acechaban a Coco y estaba empezando a enfadarse. Coco se enfadaba muy pocas veces pero cuando lo hacía ardía Troya. Malditos roedores!!!! Dio un respingo, él se movió en sueños, ella intentó moverse con lentitud para no despertarlo. Esperaba que no soñase con ratas sino con algo agradable. Por la manera en la que se movió no parecía ser una pesadilla. Coco se levantó de la cama y se paseó por toda la casa en silencio mirando debajo de los muebles, en los armarios, en el cesto de la ropa. Nada. No había ratas. Se sentó a oscuras en el sofá y se puso a pensar. ¿Porqué soñaba con ratas? De repente, una puerta salió de la nada dibujada en la pared y se abrió, se hizo la luz. Morfeo responde a sus preguntas. Las ratas desaparecerán cuando te enfrentes a tus miedos. Coco sonrió y se fue de cabeza a la cama. Despacio para no despertarlo se acurrucó a su lado, se tapó con las sábanas y lo abrazó. Cerró los ojos con fuerza y se durmió. Las ratas la esperaban, esta vez no tenía miedo. Lindos roedores, venid a mí, parecía decir...