jueves, 16 de junio de 2011

Centauros en la noche

Centauros en la noche. Al menos eso era lo que pensaba. La imagen que le venía a la cabeza cuando cerraba los ojos, cuando por fin conseguía conciliar el sueño, era eso lo que veía. Hombres oscuros que se alimentaban de la luna, seres mitad hombre-mitad caballo que cabalgaban en la noche escondiéndose, criaturas nocturnas que aullaban a la oscuridad. Centauros en la noche, la luna llena y la inmensidad del cielo estrellado. Al principio los sueños le gustaban, seres increíbles que tomaban forma en su imaginación, pensaba. Pero luego, los sueños eran cada vez más oscuros y tenebrosos, sentía el frío en los huesos, el viento helado y la oscuridad que la carcomía por dentro. Iba en su sueño caminando por un bosque cuando el aullido del lobo la estremeció y la luz brillante de la luna la bañó al llegar a un claro entre los árboles. El dolor la invadió y cayó de bruces al suelo. Su cuerpo se convulsionaba y pensaba que iba a morir. ¿Qué le estaba pasando? Su cuerpo empezó a estirarse y a transformarse, le salió una cola larga y sedosa de pelo, las piernas se le deformaron y se multiplicaron hasta convertirse en cuatro, le salieron cascos, pezuñas, ¿qué era aquello? No sabía. Solo sabía que el dolor era insoportable. Perdió el conocimiento y cuando se despertó. Su cuerpo era mitad ella, mitad caballo. Centauros en la noche, pensó. Es mi sueño, me he convertido en centauro. Trotó por el bosque en busca de las llanuras y allí se reunió con los suyos. El frío acechaba y tenían que huir. Era el momento de marcharse le decían. Pero ella no podía irse aquel, era su hogar. Un ruido aterrador los sorprendió a todos y la manada huyó lejos dejándola atrás, cuando se giró para ver lo que los aterrorizó, soltó un grito desgarrador, sabía que iba a morir. Se despertó empapada en un sudor frío maldiciendo su sus sueños. Era de noche, la pesadilla había terminado pero ella seguía inquieta. Se asomó a la ventana y allí estaban esperándola. Su manada. Tuvo el impulso de girarles la espalda e ignorarlos pero no pudo. Nunca supo porque, la sangre le llamaba. Salió de su casa para siempre y no volvió. Algún día tendrían que enfrentarse a la oscuridad pero aún faltaba y hasta entonces tenía mucho que aprender, por lo menos ya estaba en casa. Con los suyos.

El cuento del cuento (IV)

Pingüino Uno y el Cuento no se llevan bien. Es que el Cuento es pequeño pero matón y tiene una mala leche impresionante. Eso a Pingüino Uno le importa un iceberg. Piensa seguir su viaje le guste o no al Cuento. Lo cierto es que el Cuento está celoso, sabe que él es cortoplacista y que Pingüino Uno es un valor a largo plazo. Está claro, al Cuento la competencia no le gusta y la palabra novela le aterra. Ya tengo algo con lo que acojonarle.

Ya sé que tengo esto un pelín abandonado. Intentaré asomar más la pezuña por aquí.