lunes, 14 de mayo de 2012

Bosque


La montaña, la distancia, el camino. El conejo que se esconde en la madriguera. Las hojas de los árboles que caen lentamente mecidas por el viento. El águila majestuosa que vuela sobre su territorio, oteando el horizonte. El lobo que olfatea en busca de su presa. El bosque y sus silencios. El bosque y sus presencias. Tumbada observa el cielo, las nubes que se mueven rápidamente por el viento del sur. El sol suave que le baña, sus rayos se cuelan entre las ramas de los árboles. Siente la hierba fresca debajo de su cuerpo, el rocío fresco de la mañana. Descansa. Cierra los ojos unos segundos, respira el aroma del bosque, sus olores, sus sonidos, sus texturas. Retrata cada uno de los momentos que está viendo. Aunque intenta relajarse, no puede. Las manos a la espalda, atadas, le duelen. Siente la sangre agolpándose, se le duermen. Ha intentado desatarse por todos los medios, pero no ha podido. Se ha hecho más daño que otra cosa y además parece que las ligaduras se han apretado más que antes. No puede levantarse. Los pies atados también se lo impiden. La pierna derecha dejó de dolerle, no se acuerda hace cuanto. Hace días que cree que se rompió algo. Pero ahora ya no siente nada. Un crujido, una ramita que se rompe, pasos sobre el camino. Viene. Se acerca el fin. Cierra los ojos. Los vuelve a abrir. El sol suave le baña, el águila sobre vuela el cielo, entre las nubes, el rocío le moja la piel, el viento agita las hojas de los árboles. El silencio. 


Este vídeo de Tori que es uno de mis favoritos me ha recordado a este relato que escribí el año pasado. 

No hay comentarios: