viernes, 21 de diciembre de 2012

Aeropuerto. Terminal. Alaska.


Nuestro vuelo se desvió de su ruta habitual. Fuertes tormentas nos obligaron a aterrizar más allá de Canadá. La pista y el aeropuerto entero estaban cubiertos de nieve. Parecía el paisaje de una postal. "Recuerdos desde Cicely, Alaska", podría decir. Nos abrigamos como pudimos y salimos del avión bajando por la escalerilla. La terminal nos esperaba. Allí pasaríamos la noche hasta que algún vuelo pudiera llevarnos de vuelta a donde queríamos ir. Las montañas nevadas nos rodeaban. Caminábamos sobre la nieve como esquimales inexpertos aprendiendo a vivir. Todos corrían y tropezaban en la nieve, todos menos yo. Parecía que huían de algo que les persiguiese. Me paré unos segundos, abrigada como estaba hasta las cejas, a observar las montañas y una certeza me sacudió. Había llegado a mi destino. De repente, un lobo aulló en la noche. Vaya, pensé, me han encontrado. Y caminé dejando atrás la terminal y a mis compañeros de viaje, las montañas me esperaban.

viernes, 12 de octubre de 2012

La casa del acantilado

Vivíamos en aquella casa no se sabía ya desde cuando. Llegamos un día, como si nos fuéramos de vacaciones a la costa y allí nos quedamos. Hace tiempo ya de aquello. Podría parecer una ganga, una inmensa casa señorial en el borde de un acantilado con preciosas vistas al mar, pero poco quedaba ya de aquella lujosa mansión. Ahora era apenas un montón de escombros y nosotros nos resguardábamos allí de las inclemencias del tiempo, bajo los techos que aún se aguantaban. No teníamos otro sitio a donde ir. El salón ya no existía, era un descampado con vistas preciosas en el que cuando hacía buen tiempo, nos sentábamos para comer algo y celebrar que aún estábamos vivos. La inmensidad del mar nos recordaba que aún había vida después del desastre. Nunca supimos que fue lo que pasó, pero de repente medio mundo desapareció y la otra mitad se quedó huérfana y medio derruida. Pocos sobrevivimos y los que lo hicimos vivíamos el día a día como si fuera el último. Nos juntábamos por grupos, como comunidades gregarias, protegiéndonos unos a otros. Todo pareció acabar aquel día en el que todo empezó de nuevo. Es difícil recordar como vivíamos antes, todo lo que teníamos, ahora somos diferentes, pero seguimos mirando hacia delante. Hoy hace sol y haremos una comida en el salón con los pocos peces que pescamos a orillas del mar. Los asaremos al fuego y disfrutaremos de este manjar que nos proporciona el océano. Celebramos que seguimos vivos, que estamos aquí.

viernes, 28 de septiembre de 2012

Familia

Toda la familia esperaba sentada en el jardín de la casa, algunos en los bancos y la mesa que usaban para celebrar comidas familiares o barbacoas, otros sobre el césped, descansando plácidamente. La miraban apremiantes. Tienes que entrar, le decían. La imponente casa estaba en silencio, aunque hacía apenas unos segundos los gritos y los golpes no anunciaran nada bueno. Se volvió un momento, miro a su familia que expectante asentía. Es lo que tienes que hacer, ahora vives con ellos. Aquella realidad no acababa de golpearla, ya era consciente de ello. La alejaron de su familia y ahora vivía con esta otra familia en este casa que no era suya pero a la que había acabado acostumbrándose. Se dio la vuelva y se encaminó hacía la puerta de la cocina, siempre estaba abierta y podía entrar cuando quería. Delante de la puerta se paró unos segundos. Había algo raro en el ambiente. Olía de forma extraña. Nada más entrar en la cocina, el silencio se le hizo insoportable. Todo estaba revuelto, los cacharros por el suelo, la olla del caldo volcada en la encimera y goteando sobre el linóleo. Pasó de puntillas para no mojarse, esquivando todos los cachivaches y cacharros tirados por el suelo. Recorrió el pasillo, atenta a los ruidos de las casa. Al llegar al comedor la vio. Al principio no entendió lo que pasaba, estaba tirada sobre el suelo, la mesita del comedor al lado del sofá estaba volcada, no se movía. Luego, cuando comprobó que no había nadie más alrededor, mirando nerviosa a un lado y a otro, se acercó a ella. Un charco de sangre la rodeaba. Se subió al sofá de un saltó para no pisar la sangre y desde allí volvió a saltar hasta el pecho de ella, tenía los ojos abiertos, pero miraban al vacío sin vida. Le lamió la mejilla, pero estaba inerte y empezaba a enfriarse. Estaba muerta. No había nada que hacer. De repente oyó un ruido procedente de arriba. Las escaleras empezaron a crujir. Volvía, era hora de marcharse. El marido bajaba tranquilamente con un martillo en una mano, un cigarrillo en la otra y con la camisa y la cara llena de sangre. Al verle, espetó:

-¡¡¡Maldito bicho de mierda!!!

Ella, pegó un saltó justo antes de que él le asestase un martillazo. Cayó sobre un revistero y de nuevo saltando ágilmente se lanzó sobre su cara, le arañó todo lo que pudo con furia y rabia incontenidas y mientras el hombre intentaba quitársela de encima tras soltar el martillo e intentar agarrarla con las manos, este tropezó y se cayó, con tan “mala” suerte que su cabeza fue a golpear contra el alfeizar de la ventana. Murió al instante. Ella saltó sobre su pecho para mirarle la cara arañada y la cabeza retorcida. Comprobó que no respiraba y se marchó, ya no tenía nada que hacer allí. Cuando la policía encontró los cadáveres, el hombre estaba prácticamente irreconocible. Por lo visto, una jauría de gatos le había atacado tras su muerte, fue un verdadero festín felino. La mujer estaba intacta. Nunca encontraron al gato de la familia.

lunes, 14 de mayo de 2012

Bosque


La montaña, la distancia, el camino. El conejo que se esconde en la madriguera. Las hojas de los árboles que caen lentamente mecidas por el viento. El águila majestuosa que vuela sobre su territorio, oteando el horizonte. El lobo que olfatea en busca de su presa. El bosque y sus silencios. El bosque y sus presencias. Tumbada observa el cielo, las nubes que se mueven rápidamente por el viento del sur. El sol suave que le baña, sus rayos se cuelan entre las ramas de los árboles. Siente la hierba fresca debajo de su cuerpo, el rocío fresco de la mañana. Descansa. Cierra los ojos unos segundos, respira el aroma del bosque, sus olores, sus sonidos, sus texturas. Retrata cada uno de los momentos que está viendo. Aunque intenta relajarse, no puede. Las manos a la espalda, atadas, le duelen. Siente la sangre agolpándose, se le duermen. Ha intentado desatarse por todos los medios, pero no ha podido. Se ha hecho más daño que otra cosa y además parece que las ligaduras se han apretado más que antes. No puede levantarse. Los pies atados también se lo impiden. La pierna derecha dejó de dolerle, no se acuerda hace cuanto. Hace días que cree que se rompió algo. Pero ahora ya no siente nada. Un crujido, una ramita que se rompe, pasos sobre el camino. Viene. Se acerca el fin. Cierra los ojos. Los vuelve a abrir. El sol suave le baña, el águila sobre vuela el cielo, entre las nubes, el rocío le moja la piel, el viento agita las hojas de los árboles. El silencio. 


Este vídeo de Tori que es uno de mis favoritos me ha recordado a este relato que escribí el año pasado. 

lunes, 16 de abril de 2012

Fin del mundo


Mares azules translúcidos y transparentes. La noche acechando. Mientras las luz del día desaparece, pienso en lo que poco que me queda para desaparecer, como el día, consumirme en esta isla del fin del mundo, donde nadie queda ya, salvo yo. El mundo desaparece. Lo veo a lo lejos como se acerca, la nada, el vacío, mientras por todos lados el mundo se desmorona como un castillo de naipes. El mar se transforma, del azul claro al oscuro y luego al verde fluorescente, brilla con fuerza hace daño a los ojos mirarlo pero no puedo evitar seguir observándolo. Había pensado sentarme a esperar a que el mundo que desaparece llegara a mí pero no puedo. El mar me llama. De allí nací y allí tendré que irme. Así que decido acercarme a la orilla y mojarme los pies, el agua está caliente. Mientras me voy metiendo el agua empieza a cubrirme cada vez más, la temperatura aumenta. Me quema la piel, me descascarilla como a un huevo, me quita capas de insubstancialidad. Me purifica y me libera. Cuando mi cuerpo está totalmente sumergido en el agua, me hago un ovillo como en el útero materno. El calor me reconforta mientras siento como me fundo con la vida que se consume, que me lleva, que me transforma. Dejo de ser yo para ser otra cosa, aún no sé que, pero sigo siendo. Sintiendo, existiendo, viviendo. 

lunes, 27 de febrero de 2012

Bonamassa


Anoche disfrutando de este señor que es un maestro de la guitarra. Un crack.

Dark coffee

Aquella mañana sonó el despertador como siempre a una hora intempestiva. Y cuando me levanté, me puse la bata y me fui a hacer el zumo de naranja como todas todas las mañanas. Y allí estaba, leyendo el periódico y con una taza de café negro negrísimo en la mano. Si una mañana te levantas y resulta que tu padre es Darth Vader es que algo raro está pasando.

-Buenos días querida. Me alegro que te levantes pronto. Recuerda que esta tarde tenemos los últimos preparativos para probar la Estrella de la Muerte.-me dijo como si nada.

Me quedé en silencio, mientras lo veía tranquilamente pasando las páginas del diario. La principal noticia, el Imperio ataca de nuevo, las posiciones enemigas debilitadas. Y una sonrisa maléfica que se intuía debajo de su casco negro negrísimo.

-Claro padre.-le respondí. ¿Qué demonios iba a decirle a Darth Vader? ¿qué no? !Ni que estuviera loca!

Y me giré para seguir haciéndome el zumo de naranja. Con la esperanza de al darme la vuelta de nuevo, estar sola en la cocina. Pero no, no estaba sola.

-Tienes 10 minutos, sino estás preparada atente a las consecuencias- Me espetó. !!!Dios mío y yo en bata!!  Aquel intuía que iba a ser un día muy pero que muy largo...

sábado, 18 de febrero de 2012

Perdiendo trenes, perdiendo aviones


Después de haber perdido el último metro, creo que no llego, está claro. Mi avión despegará y yo me quedaré en tierra. Me arrastran, no puedo soltar el lastre. Van a su paso lento, quiero correr pero no puedo. Atrapados en el ascensor que nos lleva a las catacumbas, cada uno por un lado. Las vías equivocadas. Saltan y cruzan sin mirar, los trenes pasan veloces como flechas y tengo miedo, las vías electrificadas gritan mientras las ruedas chirrían al frenar. Saltan y saltan de raíl en raíl como si flotasen pero al acercarme al andén, las descargas me escupen hacía dentro. Tengo que correr y subir y bajar escaleras para llegar al andén contrario. Pero ya no hay nadie. Les grito sin obtener respuesta. Al final me subo al vagón. Por el camino perdí mi equipaje pero no el lastre. Las puertas se cierran, el tren se pone en marcha y las luces se apagan. Todo el mundo callado, mira al vacío como sino estuvieran vivos, quizás no muertos. Grito su nombre pero nadie me responde, ando por los vagones, pero nadie me mira, nadie me ve. Una mano de golpe me agarra, me asusto, me han encontrado, de golpe todo el mundo habla, las luces se encienden. Han vuelto a la vida. El recorrido en metro se hace eterno hasta llegar al tren. Conexión directa. Pasamos por estaciones subterráneas que nunca supe que existían porque no existen. Y al final del trayecto cogemos por fin el tren. Miro el reloj que no llevo en la muñeca, el tiempo corre y seguimos llegando tarde pero a nadie parece importarle. El tren recorre la costa, los raíles sobre la arena de la playa mientras al lado la gente toma el sol y se baña aunque es pleno invierno, como si el tiempo mutara mientras pasamos a toda velocidad. El mar cambia de color del azul más intenso al verde turquesa incluso se vuelve fosforescente y desde mi ventana puedo ver a los peces mutando por la contaminación y a la gente bañándose alegremente a su lado como si nada. El tren va tan veloz que los paisajes se confunden mientras giramos hacía el mar, las vías se meten cada vez más profundamente en el agua mientras nosotros seguimos tránsito por encima del mar, ahora ya sé que no vamos al aeropuerto, no sé donde vamos de hecho, pero está claro que llegaremos tarde y perderemos el avión. Pero estoy segura de que ese avión ya no es importante, ahora sigo otro camino.

p.d. Se que tengo esto abandonado, a ver si vuelvo a aparecer más por aquí.