lunes, 18 de febrero de 2008

Campo de batalla

El campo de batalla tiembla con el tronar de los caballos. Cabalgamos hacía un futuro incierto. ¿Pero acaso hay futuro? El ataque es certero, los caballos se lanzan a la carrera, nos defendemos con nuestras espadas. Solo se oyen los gritos de los heridos, de los moribundos y de los combatientes acompañados del metal de las espadas al chocar. Hay un cierto orden dentro de todo este caos o al menos a mí me lo parece. Mi caballo está herido, se encabrita y me tira al suelo. Caigo de bruces en la tierra, un saco de huesos y mi pesada armadura. Estoy perdido, pienso. Levántate. A duras penas consigo ponerme en pie. Cojo mi espada del suelo. Todo me duele. Sangro por la cabeza en abundancia. Decido quitarme el casco. Me molesta. Me atacan. Me defiendo. Cada chocar de espadas me duele en todo el cuerpo. Latigazos de dolor extremo que me hacen llorar. Aún así logro vencer a mi enemigo. Cae mortalmente herido. Me giro unos segundos para ver el campo de batalla, parece que vamos ganando pero no lo podría asegurar. Sigo luchando mientras mi cuerpo dolorido se queja a cada movimiento. Hasta que un rival más descansado que yo logra ponerme las cosas difíciles. No dejo de lanzar estocadas aún así cada vez que nuestras espadas tropiezan la una con la otra, una oleada de dolor y cansancio recorre mi cuerpo. Al final, me clava su espada en una astuta finta y me atraviesa de lado a lado. Casi no duele. Caigo al suelo herido, pero no me remata, continua su lucha ciega. No ve a quien mata, sigue su lucha sin fin. Es tan solo una guerra, no es nada personal. Mi cara sobre el barro, desde aquí abajo se ve todo ralentizado. Los caballos al ataque, las espadas chocando, los estandartes ondeando al viento, el fuego, el fuego,…No me duele, al menos físicamente. Me duele en el corazón. Las lágrimas caen rodando por mis mejillas saladas se mezclan con el sabor de la sangre que cae desde mi frente y empapa mi pelo. Voy a morir, lo sé. No ha llegado el final, al menos no al final que yo esperaba. Este es otro final. Pero sé que he luchado por defender este pequeño territorio que es mi corazón. Cierro los ojos. Muero. No hay nada más.


Aprovecho y actualizo desde casa los últimos relillos que colgué en mi flog para que no os sintáis tan abandonados ahora que desde el curro no puedo postear ni entrar en el blog. ;-) este últimos inspirado por la canción de band of horses Is thera a ghost. http://www.myspace.com/bandofhorses

Tremolor

Aquella noche me desperté sudando, la oscuridad me envolvía, no hacía calor. Había soñado que me comía a mi misma. Pensé que tendría hambre, me levanté, fui a la cocina, abrí la nevera, los armarios, no me apetecía nada. Me volví a la cama. Apagué la luz, me tapé hasta los ojos, intenté dormirme, pero no pude durante un buen rato. Volví a soñar, pero esta vez soñé que tú me comías. Me desperté sudando de nuevo. Estabas dormido. No te movías. Apenas una respiración pausada. Te abracé intentando no despertarte. Ni siquiera te inmutaste. Olías bien, como siempre, con ese olor dulzón que tanto me gustaba. Todo para mí. La piel sabía dulce, la sangre a metal, la carne jugosa. Saciada me volví a dormir. Aquella noche soñé que te comía.

Dedos

Sus largos dedos acariciaban mi pelo. Fue lo primero que vi. Sus grandes manos y sus dedos largos, sin fin. Me enamoré de aquellas manos y luego de la persona a quién pertenecían. No podía parar de mirarlas. Me parecían perfectas. Manos perfectas con largos y perfectos dedos. Y no es que fueran especialmente bonitas, tan solo eran perfectas. Eran simplemente esas manos y sobretodo, esos dedos. Esos largos dedos tocando la guitarra, esos largos dedos liando un porro, esos lardos dedos apartando el pelo de mi cara, esos largos dedos acariciándome, esos largos dedos alrededor de mi cuello apretando mientras dejaba de respirar, esos largos dedos…

Donut glaseado

Al llegar a casa se dió cuenta de que no había comido desde hacía horas. Encima de la mesa había un donut glaseado. Le pareció tan apetecible que apenas dudó. Se lo comió casi de un bocado. Horas después nadaba entre peces tropicales en su cama. Siempre pensó que aquel donut estaba maldito pero lo cierto es que simplemente estaba bañado en ácido. Cuando me lo contaba siempre envidiaba no haberme comido yo el donut y poder nadar en el pacífico desde mi propia cama. Qué manera de desperdiciar un donut, sobretodo teniendo en cuenta que él no sabía nadar.

jueves, 7 de febrero de 2008

Tom Waits


Dice tom waits en este maravilloso e increíble libro de entrevistas y conversaciones que me tiene atrapada: 'No soy un fotoperiodista. No hago reportajes. Le cuentas historias a alguien; surgen de muchos lugares, sueños y recuerdos y mentiras y cosas, cosas que has encontrado y escuchado, visto y leído, soñado e inventado'. Lo suscribo totalmente.


Leyendo este libro, Waits cuenta una historia de un cuartel de bomberos que se convirtió en supermercado asíatico y que me ha inspirado este relatillo:


Baltimore, Pittsburg


He pasado por aquí millones de veces. Ya nada es lo mismo. Todo se transforma. El cuartel de bomberos en el que solíamos jugar cuando éramos pequeños ha desaparecido. Ya no suena la sirena de alarma cada vez que hay un incendio. Los coches ya no salen disparados a salvar la casa de nadie. Ahora es una tienda de productos asiáticos. Venden tofu, galletitas de la suerte y algas para makis. La señora Cho aún recibe llamadas a altas horas de la madrugada. Gritos desesperados. Mi casa se quema!!! Al principio, la señora Cho no entendía el idioma y no sabía porque la gente le llamaba a esas horas ni lo que le decían. Pero poco a poco se fue dando cuenta y ahora solo le quedaba decir cuando el teléfono la despertaba por la noche, no bomberos aquí. Se producía un tremendo y desolador silencio y luego colgaban. La señora Cho se volvía a dormir y siempre soñaba con grandes incendios que se comían la ciudad entera. Cuando se levantaba le entraba hambre y se comía una galletita de la suerte. Aquella mañana la galletita le dijo. El fuego te acompaña. La señora Cho bajó a la tienda desde su casa en la parte superior del edificio y trabajó duramente durante todo el día. Aquella noche el teléfono no sonó sino que fue ella la que llamó a los bomberos. Su casa ardió hasta los cimientos y con ella sus galletitas, su tofu y sus algas para los makis.
http://www.myspace.com/tomwaits


P.d. ahora que no puedo actualizar desde el curro ni bloguear voy a estar un poco missing, sorry.

martes, 5 de febrero de 2008

La calle estaba desierta...

La calle estaba desierta. Volviendo a casa a altas horas de la noche. Había llovido mientras estaba bajo techo. El suelo estaba mojado. Empezó a levantarse una suave brisa, venía desde el mar. Cerré los ojos mientras esperaba a que el semáforo cambiase de color en la gran avenida y sentí el olor del mar. El viento empezó a encabritarse, mi pelo ondeaba suelto. De golpe la suave brisa se convirtió en un viento salvaje para segundos después devenir en huracanado. En mitad de la calle, el semáforo en verde y lo ví venir. Un tornado de grandes dimensiones me pilló de lleno. Me volteó y zarandeó en el aire como le vino en gana. No paraba de dar vueltas y vueltas, me estaba mareando, mi bolso había volado y con él todas mis cosas que ahora flotaban a mi alrededor. Por unos momentos pensé, es el fin. Pero tal y como vino se fue. Me escupió y siguió su camino. Caí sobre el duro asfalto, temiendo haber perdido en el camino algo más que el bolso. Me dolía todo. Comprobé que estaba entera. Si, parecía que no faltaba nada. Pero de golpe descubrí que algo no estaba en su sitio. El muy hijo de puta se había llevado mi corazón. Un hueco tan solo quedaba. El vacío. Maldita sea, pensé. Con lo que me había costado recuperarlo. Ahora vuelta a empezar la búsqueda del tesoro. En mi bolsillo había un mapa, una x marcaba el lugar. Ahora solo tenía que averiguar en que dichoso mar y en que maldita isla estaba mi corazón enterrado.


P.d. no me deja actualizar desde el curro, sniff, sniff.