miércoles, 31 de octubre de 2007

Microrelato


Anoche pasé por aquella plaza en la que nos juntamos por primera vez. Apoyados en la fuente unimos nuestros cuerpos sin pensar en que la gente nos vería. Levantaste mi falda y metiste tus manos entre mis piernas. Aún no lo sabíamos pero aquello fue el principio del fin. Follamos. Aquella noche no importaba nada. Anoche pasé por aquella plaza…

jueves, 25 de octubre de 2007

Lluvia

He salido a la calle. En el trabajo me estaba agobiando, hace frío pero aquello parece una sauna. Me he puesto el abrigo, he cogido el monedero y las llaves y he salido. El día amaneció nublado y amenazando lluvia y no se decidió hasta que salí por la puerta. Fue nada más pisar la calle y empezar a caer las primeras gotas, una llovizna casi imperceptible. Maldita sea, pienso. Siempre me pasa lo mismo. El cielo y las nubes me leen el pensamiento. Aún así, decido salir, mejor eso que volver dentro. La gente empieza a dispersarse, unos corren y otros, como yo, caminan tranquilos. La lluvia hay que disfrutarla, pienso. Respirar el olor a tierra mojada, las suaves gotas de agua que caen delicadamente,...Me pongo la capucha, meto las manos en los bolsillos de la chaqueta y me paseo un rato por las calles del centro. Aún hay actividad. La lluvia empieza a apretar. Si sigue así me voy a poner como una sopa. Miro al suelo. Los círculos de agua que caen al suelo son cada vez más grandes. Entonces lo veo. O más bien debería decir, no lo veo. Las zapatillas no están. No, no, no es que haya salido de casa descalza, es que no hay zapatilla, no hay pie, no hay nada. Poco a poco y a medida que los bajos del pantalón se van mojando desaparecen. Es como si la lluvia los borrase. Miro a mi alrededor asustada en busca de ayuda pero de golpe y porrazo la calle está desierta. Sólo estamos yo y la lluvia. ¿Será lluvia radioactiva?, me pregunto horrorizada. Voy a ser la mujer invisible como esto continúe así. Lo cierto es que no duele, más bien al contrario, hasta parece agradable. Así que en vez de resguardarme bajo cualquier balcón, extiendo las manos y observo como la lluvia me va borrando, como me diluyo en las gotas de agua que caen y mientras más aprieta la lluvia más me diluyo yo. Me diluyo hasta desaparecer. Sonrío. Estaba claro que aquel día no tenía que haber ido a trabajar, aún así sonrío, aunque nadie lo pueda ver.

miércoles, 24 de octubre de 2007

Mi yo cocodrilo



He estado varios días con una gripe intestinal de mil demonios pero ya estoy bien!!!!!! Vuelvo al ruedo! Estos días me he sentido un poco así...

martes, 23 de octubre de 2007

Actualizaciones periodísticas

He colgado la entrevista que le hice al grupo Jet Lag y las últimas críticas del disco de Richard Hawley, el disco en solitario de Eddie Vedder y el de Wilco.

http://anabelvelezperiodista.blogspot.com/

http://www.myspace/jetlagforever
http://www.myspace.com/richardhawley
http://vids.myspace.com/index.cfm?fuseaction=vids.individual&videoid=18980373 video de Hard sun de eddie vedder
http://www.myspace.com/wilco

martes, 16 de octubre de 2007

¿Qué me pasa doctor?

Hace días que me duele el corazón. De repente una noche me desperté sudorosa y agitada, el corazón me latía a mil por hora. Al principio pensé que había tenido una pesadilla y me tranquilicé pero esa noche ya no pude pegar ojo. El dolor persistía. Un dolor agudo y constante. Después desapareció durante unos días y me quedé tranquila, pero de nuevo, una noche, zas, un pinchazo y vuelta a empezar. Estaba asustándome. ¿Estaría a punto de darme un ataque al corazón?, me preguntaba. Soy demasiado joven, no puede ser, me repetía una y otra vez. Así que acojonada me fui corriendo al hospital. En urgencias me hicieron varias pruebas pero no encontraron nada. Me recomendaron valeriana para dormir. Genial. Viva la sanidad pública. Como no conseguía quedarme tranquila y el dolor no se iba decidí ir a un especialista del corazón. Un amigo me recomendó un médico que era una eminencia en este órgano del cuerpo. Fui a su consulta. Era un despacho decorado como si aún estuviéramos en el siglo XIX. Me gustó. Me gusta lo viejo, los muebles con solera que no con termitas, el olor a cuero gastado de los sillones, los libros de tapa dura y ricamente decorados, !qué demodé! ¡qué decadente! pero, ¡qué acogedor!. El doctor parecía un sabio, con una barba blanca copiosa, era mayor pero se notaba que sabía de lo que hablaba. Ya desde el principio me dio buena impresión. Me hizo muchas preguntas que al principio yo no entendía que tenían que ver con mi corazón pero confiaba en él y las respondí todas. Cada vez que yo respondía a una pregunta lanzaba una exclamación, un silbido...Luego me hizo un montón de pruebas en otra sala, más moderna pero aún así acogedora. Me hizo pasar por una pantalla de rayos X mientras exclamaba extasiado a cada nuevo descubrimiento. Me tumbó en una camilla y con la más moderna tecnología, me introdujo catéteres y tubos varios hasta llegar al corazón. !Ajá!, exclamó con júbilo. He aquí el problema. ¿Qué me pasa doctor?, pregunté angustiada. ¿Tiene cura? A lo que el doctor me contestó: Jovencita, tiene usted una acumulación de dolor, sufrimiento, rabia y decepción. Algo terrible, terrible. Yo ya me veía metida en una caja de pino. Pero no se preocupe, me dijo. Esto tiene solución y se lo voy a arreglar en un periquete. Colocó un cubo metálico al lado de la camilla, cogió un bisturí y sin anestesia ni nada me hizo una incisión debajo del pecho en el lado del corazón y de repente empezaron a brotar mil palabras que fueron cayendo ruidosamente sobre el cubo. Miedo, adiós, muerte, dolor, engaño, traición, miserable, monstruo, lágrimas, decepción, odio, rabia, pena, pasado, tú, yo, ellos,...Así hasta que ya no quedó ni una gota, luego, el doctor me cosió gracilmente la herida sin dejar ni una cicatriz. Cogió el cubo con mis palabras y lo tiró por el desagüe. Me gasto una millonada en tuberías, me dijo jocoso, no veas como corroen estás cosas. Luego me recetó, jalea real, pasear al sol y nadar. Y muy seriamente me dijo: Jovencita, haga usted el favor de la próxima vez sacar esas cosas por la boca que es por donde deben salir. Lo miré atónita y le dí las gracias. De nada, me replicó. Espero no volver a verla a usted jamás y sonrió. La enfermera la acompañara a la puerta. Me dio la mano y se marchó. Me costó unos segundos recuperarme pero cuando lo hice, me levanté y me fui de allí. No sé yo si esta es la praxis más adecuada pero desde luego dio resultado. Ya no me dolía el corazón. La puerta de madera de roble se cerró tras de mí, entonces vi la placa en la que antes no me había fijado. Especialista en Males del Corazón, que no de corazón, aclaraba. Umm. Tenía razón.

miércoles, 10 de octubre de 2007

Anna Ivanovna

Encontramos un coche en la calle. Las puertas estaban abiertas. Mis hermanos y yo nos extrañamos. El coche parecía abandonado. De un color encarnado, en un principio eramos incapaces de ver lo que de verdad había allí. El coche estaba lleno de sangre, la tapicería parecía bañada de rojo pasión. Decidimos marcharnos y llamar a la policía pero cuando los agentes llegaron al lugar el coche ya no estaba. Esa misma noche sonó mi teléfono móvil, era mi hermano mediano. O eso parecía. Lo curioso es que en ese momento estábamos los dos en la misma habitación charlando. Me estás llamando, afirmé y él lo negó. Fue a coger su teléfono pero no lo encontró por ninguna parte. Mi teléfono seguía sonando y decidí contestar. Una voz desconocida me dijo, sé lo que sabes, ven dentro de una hora a esta dirección tenemos que hablar y colgó. Mi hermano debió perder el móvil en el coche mientras lo inspeccionábamos. Llamamos a la policía de nuevo pero no nos hicieron caso. Mi hermano me prohibió ir a aquel lugar. Era mejor olvidarlo, ya se compraría otro móvil. Llamó a la compañía y dio el número de baja. No pude quedarme tranquila, la curiosidad me vencía y decidí arriesgarme. Cuando todos dormían salí sin hacer ruido de casa y me dirigí a aquella dirección que el hombre misterioso me había dado. Había pasado por delante de aquella casa en innumerables ocasiones pero nunca me había fijado con atención. Una casa señorial, antigua y un poco olvidada. Las luces estaban encendidas. La puerta de entrada estaba abierta. Entré, todo pareció cambiar de repente. Era como si estuviese en el mismo sitio pero en un momento distinto. No sabría como explicarlo, pero mi cuerpo lo sintió. Como en un cambio de sitio o tiempo en un sueño. Se oían voces, me encaminé hacía la biblioteca y allí los vi, cuatro personas atemorizadas y una con un arma en la mano, sonaron disparos y en poco tiempo todos murieron. Asustada corrí, creo que me vieron pero yo no dejé de correr. Tenía que huir de allí. En la puerta estaba aparcado el coche encarnado. No me había fijado en él. Era noche cerrada, corrí y lo único que se me ocurrió fue escalar la fachada de un bloque de pisos hasta uno de los balcones y esconderme dentro. La persiana estaba a medio bajar y la ventana abierta. Estaba oscuro. Me seguían, me vieron entrar y sentía como subían por las escaleras del bloque hacía el piso mientras otros escalaban la fachada. La puerta parecía de papel, la tirarían abajo y me matarían sin compasión ni miramientos. Salí corriendo hacía el otro lado del piso, desde la ventana del fregadero se veía un mar de tejados de uralita. De golpe se hizo de día. Estaban cerca. No tenía más remedio que saltar. De un tejado a otro como si fuera un saltamontes. Parecía fácil, como si toda la vida lo hubiera estado haciendo. Saltatejados. Salté pero cada vez que miraba atrás veía a más hombres de negro persiguiéndome y casi dándome alcance. Corrían mucho, saltaban más aún. El mar de tejados acabó de golpe. Un árbol solitario y una enorme cascada de aguas torrenciales. Era morir a manos de esos sicarios con innumerables sufrimientos y dolores o saltar al agua cascada abajo y quizás con suerte sobrevivir. Decidí saltar. Un saltó bellísimo y una zambullida perfecta, el agua arremolinada me daba vueltas como si estuviera en una lavadora durante el centrifugado. De vez en cuando me empujaba hacía arriba pero yo aguantaba y tiraba de mi cuerpo hacia abajo, quería que pensaran que había muerto, me faltaba el aire pero era lo que tenía que hacer. Al final, cansada y vencida por las aguas me dejé llevar. Me arrastraron suavemente hacía la orilla, debajo de un enorme sauce llorón donde me recogió mi familia. Estaban todos sentados dentro del agua a la sombra del árbol. Brindaban con vodka. Na zrodovie, decían antes de beber y se servían otra copa. Me dieron un vaso. Yo les dije que no bebía. Mi abuela me replicó, es tu deber Anna Ivanovna. Bebe. Na zrodovie y el vodka me quemó la garganta. Eres una buena nieta, me dijo mientras me acariciaba la cara y el pelo mojado. Eres afortunada. Yo empecé a llorar. Ella me preguntó, ¿Porque lloras mi pequeña matriuska? Y yo le contesté, no quiero ver. Ver es un don, me dijo ella. Todo lo que has visto hoy es algo que algún día pasará. Eres afortunada de ver el futuro. Aprovecha ese don. El agua bañaba mi cintura suavemente, estaba tibia, no tenía frío. Debía ser el vodka. Todos seguían brindando. Brindaban por mí. Na zrodovie. Por fin había despertado del sueño en el que vivía, ahora veía. No me gustaba, pero era parte de mí. Na zrodovie.

lunes, 8 de octubre de 2007

Noches estrelladas


Eddie Vedder Into the Wild


Eddie Vedder tiene nuevo disco, su primer disco en solitario. Es la banda sonora de la nueva película como director de Sean Penn 'Into The Wild'. La verdad es que es una combinación tremendamente apetecible. Penn es un actor tremendo y un gran director. Y que decir de Vedder. Me volvieron a ganar en su última y pletórica gira cuando los vi en el Azkena de hace dos años. He leído poco sobre la nueva peli de Sean Penn pero lo poco que he leído es muy bueno. A la espera de poder verla y opinar con conocimiento de causa, me embarco en la escucha de este disco (regalo de mi hermano Toni, gracias Tonino!!). Tan solo llevo tres escuchar y ya estoy enganchada a esos paisajes que retrara la película. Alaska, el cielo abierto, ríos, cañones y la voz de Vedder. Hipnotiza.

miércoles, 3 de octubre de 2007

Leyendo a Turpin

La vi un día en el metro y supe que era la mujer de mi vida. Leía un libro de mi escritor favorito. Apenas podía disimular su risa mientras paseaba sus preciosos ojos marrones sobre esas líneas que yo ya había leído. Me dio vergüenza sacar el mismo libro que llevaba en la mochila y que también me estaba leyendo por segunda vez. Recordaba por el grosor de las páginas que llevaba leídas que seguramente estaba en casa de Turpin cuando le confesaba a su madre que el sueño de su vida siempre fue ser un pájaro carpintero. No me atreví a decirle nada, soy así de tonto. Por suerte, me la encontré al día siguiente y al otro y al otro. Y cada día me imaginaba a través de su sonrisa y de sus ojos mientras leía divertida como Turpin y Squat paseaban por la ribera del río Lem intentando imaginarse como sería su vida como pájaro carpintero y morsa, como la madre de Turpin moría atragantada por un sugus sabor piña o como el Señor Negro intentaba que Turpin se convirtiese en un hombre de provecho dirigiendo el negocio familiar de camisas sin manga. Así pasaban los días, mientras acababa de leerse el libro. Luego, ella desapareció y se hizo la sombra. Después de haber ido al metro todos los días con la ilusión de verla ya no tenía ganas. Y siempre me subía al mismo vagón donde ansiaba encontrarla de nuevo. Por suerte, varios días después volvió, y para sorpresa mía se leía de nuevo el mismo libro. Estaba claro, aquella mujer tenía que ser mía. Tenía que dormir a mi lado. Tenía que tenerla leyéndome ese mismo libro en la cama mientras yo la escuchaba embelesado. El amor había nacido...
Mientras leía, estas últimas palabras resonaban una y otra vez en su cabeza: 'El amor había nacido...'. ¡Qué cursilada!, pensó. Le atraía más la historia sobre Turpin que el personaje femenino estaba leyendo que los desvaríos amorosos del protagonista que en el fondo era un cagado, estaba claro que esta historia acabaría mal. De golpe, levantó su mirada y la vio. Una joven de ojos marrones profundos y preciosos que se reía mientras leía el mismo libro dijo en voz alta sin darse cuenta: ¡Menudo cobarde!. Sus miradas se cruzaron. Ambos sonrieron. ¡Zas! El amor había nacido...