jueves, 24 de enero de 2008

Hibernación

En esta época del año, cuando el frío arrecia estoy ya metida en mi cueva a resguardo para pasar el invierno. Los meses anteriores me he alimentado copiosamente y he guardado reservas para pasar el frío. Envuelta en mi propia piel, acurrucada entre algodones me mezo y me duermo durante esta larga temporada soñando con la nieve que no veré y que siempre he anhelado. Hace tiempo que quiero verla y ni siquiera puedo intuirla desde este mi refugio polar alejada de todo y de todos. El frío avanza y los meses pasan hasta la primavera, cuando renazco y vuelvo a ser yo. O eso al menos es lo que pasaba. Ahora todo ha cambiado. Hace calor, ya debería estar en mi cueva pero en vez de eso campo a mis anchas por los prados de la vida, creo que la nieve solo existe en mis sueños y que nunca hará frío. A pesar de que todos parecen contentos, anhelo el hielo, la escarcha y los témpanos, el frío en toda su amplitud y la nieve más pura. Quiero que sea invierno, pero no este invierno de pacotilla que no se cree nadie, invierno de verdad. Frío, congelación, castañeteo de dientes,...Este año no he hibernado y estoy preocupada. ¿Afectara esto a mi desarrollo como osezna? Es algo que aún tengo que comprobar.

miércoles, 23 de enero de 2008

Mar de cristal

Aquella noche me bañé en un mar de cristal. Un mar de cristal que rasgaba mi piel cada vez que salía a la superficie para respirar, aunque lo hacía de una manera suave e indolora. El agua se iba tiñendo de rojo pero no me preocupaba. Al mirar hacía el horizonte, mientras flotaba en el agua helada, contemplaba el mar duro que parecía que estaba congelado, solamente se rompía en la zona en la que yo nadaba. El resto, era un mar blanco y frío, muerto, solitario. Aún no sabía que hacía allí pero una cosa tenía clara, ese mar era mío y debía descongelarse, yo debía nadar en él a mis anchas. Así estaba escrito y nada ni nadie iba a impedírmelo. Decidí salir del agua y caminar sobre la superficie cristalina en busca de la solución. Sabía que el camino sería largo y tortuoso, aún así estaba decidida. Desnuda, con cortes en todo el cuerpo y aterida de frío emprendí el camino, el sol salía por el este y yo iba a seguirlo...


Os tengo abandonaditos, últimamente no tengo mucho tiempo para escribir y ya lo voy echando de menos. Prometo no tardar tanto. Ventilador de madera!! Ya he arreglado lo de los comentarios anónimos, si alguien más ve algo raro o no puede postear que me mande un mail y me diga, que no tenía ni idea de que no permitía comentarios anónimos. Sorry. Besos a todos.

viernes, 4 de enero de 2008

Bolaño




El perro se comió el libro de bolaño que me pillé en la biblioteca y me inspiró esto:






Me giré un momento, tan solo un momento. Dejé el libro de Roberto Bolaño encima de la mesita del comedor porque pesaba y tenía las manos ya ocupadas con otras cosas. Subir y bajar escaleras, tengo faena. Escucho un ruido pero debe ser el perro. El perro. Alguna nueva debe haber liado, subo a ver su última hazaña. Nooooooooooooooo. Está destrozando ‘2666’ y ni siquiera es mío, es de la biblioteca. Lo peor de todo no es que lo haya roto, lo peor es que se lo ha comido. Se ha zampado unas buenas 400 páginas de las más de 1000 que tiene. Me mira con cara de bueno y yo le pego cuatro gritos bien dados. Me mira con cara de triste, le vuelvo a regañar y lo castigo encerrado. Se acabaron los mimos y las carantoñas. Días después seguimos enfurruñados. Me mira con cara de bueno pero no podrá conmigo, soy inamovible, no tengo compasión. Este pecado mortal que ha cometido no tiene perdón. Está sentado en la alfombra mirándome, yo miro la tele y hago como que no le veo. De repente dice: ‘¿Hasta cuando vas a adoptar esa actitud conmigo?’. Lo miro con los ojos desorbitados. Responde a la pregunta, me dice, es de maleducados no contestar. Me has roto el libro, le digo asustada. No me hacías ni puto caso, me responde indignado. Soy un cachorro y merezco cierta atención. No puedo estar por ti las 24 horas del día, tengo cosas que hacer, le digo. Pues no haberte comprado un perro, me espeta. Y luego, levanta la cabeza orgullo y me pregunta: ‘¿Me puedo comer el resto del libro?, quiero saber como acaba. Le di el libro, ¿qué iba a hacer?