domingo, 20 de febrero de 2011

Pasillos

Me citaron en aquel antiguo colegio abandonado. Recuerdo que pasé allí muchos momentos, jugando en su patio o por aquellos largos pasillos, nunca me los imaginé así. Abandonados. Viejos y sucios. Sin vida. Paseando en silencio, solo con el sonido de mis pasos en el eco de las aulas vacías, aquel sitio me dio pavor. El pasillo nunca me pareció tan estrecho, tan largo, ni tan oscuro. Era la hora convenida, pero no había aparecido nadie en el lugar. Tenía la mercancia. Una pequeña tarjeta de memoria. En mi mano, no parecía gran cosa. Pero dentro, dentro estaba el infierno. De pronto, un ruido conocido, como un riachuelo que corre por el bosque, agua. Un pequeño río, después un torrente, el agua cubriéndome los pies y de repente el pasillo se inundó hasta el techo y yo no pude hacer otra cosa que aferrar con fuerza la maltita tarjeta de memoria, aguantar el aire y nadar. ¿Hacía donde? No lo sabía pero se me acababa el aire y no sabía como salir de allí, de golpe, todas la puertas y ventanas parecían cerradas y solo estábamos, el pasillo, el agua y yo. Fui nadando a duras penas hasta el final del pasillo, la puerta de enfrente parecía en mal estado, quizás si la empujaba con fuerza podría abrirla, pero el aire se me acababa. Y al fin llegó, el último estertor, el último resto de aire y el agua entró con fuerza en mis pulmones, sentí como me anegaba por dentro. El fin, pensé. Ha llegado. Pero no pasó nada, seguí respirando. Ya me lo decía mi madre, en otra vida debiste ser pez. Por lo visto, tenía razón. Le pegué un patada a la puerta, más pasillos y más agua, bueno, ahora que podía respirar debajo del agua no me preocupaba. Pero pensé, cuando encuentre al maldito bastardo que me ha metido aquí, le hago tragarse la tarjeta de memoria debajo del agua...

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