domingo, 25 de noviembre de 2007

En un país extraño

En un país extraño, en una ciudad distinta. Paseando. Las calles iluminadas. Se acerca la navidad aunque aún falta un mes. Aún no sé porque estoy aquí. Decidí marcharme, irme lejos. ¿Huir? Ya llevo aquí el suficiente tiempo como para confundirme con la gente. Soy uno más. El frío llegó de golpe. Se agradece. El calor me traía malos recuerdos. Ahora me siento a gusto. Rodeada de una larga bufanda de colores, un abrigo que me da calor, mis guantes y el gorro. Salgo a la calle solo para que se me hiele la nariz y sentir el frío en mi piel. Me hace sentir viva. Todos los días paseo por estas calles extrañas en un principio pero que ya he hecho mías. Saludo a la gente, ya me conocen, ya los conozco. A veces, me paro delante del edificio del ayuntamiento por la noche, iluminado, lo miro durante largo rato y luego me marcho a casa. Feliz. Todo va sobre ruedas, o eso al menos creo. Estoy a salvo, pienso. Entonces, un día, en la calle principal y más concurrida de toda la ciudad, donde las luces de las tiendas no descansan, te vi. Ibas montado en bici, con tu gorro para protegerte del frío y tus gafas. Me quedé helada. Tú pasaste sin verme, pero antes de marcharte y desaparecer, te giraste y me sonreíste. ¿Cómo me has encontrado? No lo sé. Pero no puedo evitar pasear por esa calle para verte pasar un día tras otro. Siempre pasas sin verme pero en el último momento te giras y me sonríes antes de marcharte. ¿Por qué vuelvo para verte? ¿Por qué será? Si huí de ti. No quiero volver. Este sitio es ya mi casa. Ahora soy una persona diferente. No eras tú, era otro, pero da lo mismo. Sonríe, es lo que cuenta.

1 comentario:

Mr. D dijo...

El pasado siempre llama dos veces a la puerta. Yo, por si acaso, tengo doble candado y una trampilla de emergencia, para escapar, si es preciso.