lunes, 12 de marzo de 2007

El castillo

Esta mañana me desperté en un claro del bosque, debajo de un árbol. Al parecer, me había tumbado allí para reposar después del largo viaje. Me descubrí a mí misma enfundada en una resplandeciente armadura plateada y a mi lado mi fiel caballo blanco relinchaba mientras me lamía para que despertara. Al fin me he dado cuenta de porque estoy aquí, tengo una misión caballeresca que cumplir. De mi zurrón saco un frugal desayuno que me imprime las fuerzas necesarias para continuar. Soy un caballero y tengo una misión que cumplir. Mi destino, el castillo de Mor. En apenas unas horas avistaré la fortaleza, allí he de cumplir mi misión. ¿Acaso será salvar a una dulce doncella? ¿Luchar contra otro caballero en justo torneo? ¿Derribar a un gigante con mi lanza? Aún no lo sé, solo sé que cuando llegue lo averiguaré. Al atardecer aparece ante mí el castillo majestuoso. Es grande y con altas torres que casi tocan las nubes. Empieza la aventura. Ha del castillo, grito. Pero nadie responde. El puente levadizo está bajado y cuando me dispongo a entrar, un caballero con armadura negra como la noche se acerca a mí con su lanza preparada. El combate comienza. Después de un primer encontronazo, ambos caemos del caballo, nuestras lanzas rotas. Después lucha cuerpo a cuerpo con espada. Mi escudo me salva de diversas embestidas que podrían haber sido mortales. Por fin, con dos movimientos certeros derribo al caballero, la hoja de mi espada le atraviesa y muere. Digno contrincante. Paso a la siguiente prueba. Entro en el castillo y antes de pasar la primera puerta un gigante me tira del caballo de un manotazo. De nuevo la maña vale más que la fuerza y emprendo una lucha cruenta con el gigante. Pierdo el escudo y el casco. Pero una piedra salvadora lanzada a tiempo contra su cabeza hace que el gigante caiga redondo muerto. Dos dragones, tres caballeros, cuatro brujas y un mago después. Estoy exhausta y cansada delante de la puerta que me hará conseguir cumplir mi misión caballeresca. Entro. Un cachorrito de bulldog es el único habitante de la habitación. Es tan mono que me acerco a acariciarlo pero el cachorrito hace un gesto raro, ¿qué le pasa? Achís!!!!!! Ha estornudado y la fuerza huracanada de su estornudo me lanza a través de las paredes del castillo y me devuelve volando al sitio del que provenía miles de leguas más allá. Aterrizo con el cuerpo molido en mis tierras con unos segundos para decir, maldito perrito y exhalar el último suspiro. A veces ser caballero, es tan difícil...

2 comentarios:

JoFz dijo...

te había escrito algo del conejito de los caballeros de la tabla redonda y la máquina me tira
en fín
un beso

Alter Ego dijo...

Pues si, eso de ser un caballero en pleno siglo XXI me parece un poco complicado, pero, ¿porque no?. Abrazo Gratis