miércoles, 21 de marzo de 2007

Sanatorio

Una serie de asesinatos sin resolver asola la ciudad. Nadie sabe quién es, pero el modus operandi se repite. Los diarios ya lo han bautizado, 'el asesino de la rosa', deja una rosa desmenuzada sobre el cadáver de sus víctimas. Un asesino en serie en la ciudad. Hay mucha presión, las autoridades nos están atosigando en busca de resultados, la población está asustada. Están desesperados y han buscado medidas desesperadas. Por eso estoy aquí, en el sanatorio de la ciudad. El ala este es el ala de los delincuentes peligrosos. Allí se instaló el programa de hibernación. Los asesinos y mentes enfermas más peligrosas están allí alojados en estado vegetativo. Los condenan, los sedan y los dejan durmiendo en estado comatoso durante el resto de sus vidas. Una solución salomónica. Me han mandado allí como responsable del caso a despertar a uno de los criminales más peligrosos jamás conocidos. ¿Cómo es posible que alguien piense que despertar a este monstruo pueda ayudar en el caso? Nunca estuve de acuerdo con la medida de dormirlos, la cárcel para mí era la opción más recomendable pero querían asegurarse de que jamás volverían a estorbar y de paso tener material para la investigación de la psique. Todos los criminales están dispuestos en camas, la sala está oscura, el responsable del departamento me acompaña hasta la cama del monstruo, infinidad de cables cuelgan desde aparatos hasta el cuerpo de los durmientes, los mantienen con vida pero también dormidos. Delante de la cama, abre los ojos, se despereza poco a poco, aún no sabe donde está, aún no lo recuerda. Pero entonces sonríe y todo va mal. O eso al menos creo yo. Todos los cuerpos empiezan a moverse, se están despertando. No lo entiendo. Interrogo al responsable. Doctor, ¿qué mierda está pasando? Tranquila, me dice mientras me mira con una sonrisa beatifica, los despertamos una vez al mes para desentumecerlos y les damos el día libre. No se acuerdan de nada, son inofensivos. Estoy empezando a ponerme nerviosa. Esto no pinta bien. Creo que lo mejor será salir corriendo, tengo que avisar a alguien de todo esto. Tengo que avisar. Huyo, huyo, corro, corro y no paro. No quiero parar. No quiero mirar atrás y ver sus ojos inyectados en sangre. ¿Quién me mandaría a mí meterme en este lío?

4 comentarios:

M.V. dijo...

... Hmmmm... ¿Y cada cuánto nos desentumecen y nos dan el día libre a los que estamos en el sanatorio del día a día?... A mi me pasa como a los tipos inquietantes de tu historia, que se ve que no me acuerdo...

rei dijo...

Ese debe ser malo.. lo presiento. Te lo dice uno ke sabe de lo que habla.

Alter Ego dijo...

A veces a mi me gustaria correr, pero creo que no nos llevaria a ningun lado, correr sin moverse del sitio. Abrazo Gratis

Julio Rodríguez dijo...

¿Has vuelto a escuchar a los corderos Clarice?