miércoles, 5 de octubre de 2011

Egipto mon amour (II) huyendo del hamman

Antes de partir hacia el sur, el Alto Egipto, disfrutamos de El Cairo y sus noches, coger un taxi sola hasta el centro, aunque sepas que te esperan da un poco de miedo, pero todo sea por fumarse una shisha. En los cafés las únicas mujeres son las extranjeras. En los bares más modernos si que hay mujeres, pero en los cafés típicos y tradicionales no se ven. Los musulmanes no pueden consumir alcohol y menos drogas, aunque se las agencian para comprar alcohol en los establecimientos que solo venden para turistas extranjeros. No nos engañemos, la hipocresia está en todas partes. Tampoco pueden estar con mujeres antes de casarse y también lo hacen, luego le rezan un poco a Alá y obtienen su parcela directa en el cielo. ¿A alguien le suena esto? ¿No hacen aquí lo mismo? No todos son así por supuesto. Pero a veces te encuentras con que esos mismos hipócritas luego son los más propensos a volverse radicales. Según nos contaron, los musulmanes tienen la obligación de intentar convertir a todos los que no lo son, básicamente porque nos hacen un favor sino iremos directamente al infierno. Nuestras charlas fueron totalmente amistosas. Una cosa es convencer y otra obligar, claro que yo no soy una mujer egipcia que no puedo ir a ningún sitio sin un acompañante marido, hermano o padre, no puedo salir del país sin permiso de ellos, ni mucho menos llevarme a mis hijos en caso que los tuviera, etc...Esa es una de las cosas tristes que vimos en Egipto. La realidad que vimos nosotros es así, puede que haya muchas otras, al menos eso espero y más después de la revolución que ha habido, habrá que ver lo que dice el paso del tiempo.
Luego, es curioso ver la distancia tan grande que viven los egipcios actuales de aquellos que fueron sus ancestros y que tanta gloria han dado a Egipto. Los egipcios antiguos tenían la religión incrustada en prácticamente toda su vida, toda su cotidianidad, en su día a día, pero parece que lo vivían de otra manera. No sé si queda algo de aquellos egipcios en estos egipcios de ahora, lo dudo. Como mucho sus ancestros les interesaron mientras pudieron sacarles beneficios en el mercado negro, Egipto vive de ellos además. Sus templos y sus tumbas son el patrimonio de Egipto. En el Cairo el ritmo frenético hace olvidar el pasado aunque está ahí tan presente y vivo a pesar de llevar siglos muerto. En nuestra visita a la pirámide escalonada de Meidum al ser todo chicas y un chico, los lugareños se lanzaban sobre J. ofreciéndose a comprarle alguna de sus mujeres. Hay que acostumbrarse, en las dos ocasiones que he visitado el país han ofrecido camellos por mi. ¿Debería sentirme orgullosa?
A pesar de lo ruidoso de las ciudades, me gusta el silencio de los monumentos, siempre y cuando evites a las hordas de turistas. Cuando fuimos a Meidum estábamos prácticamente solos. La arena blanca y el sol sobre nosotros y algunas de las tumbas más bellas, que tuvimos la ocasión de visitar aunque estaban cerradas, una propina abre muchas puertas.

En la pirámide escalonada de Meidum


De vuelta a El Cairo, las chicas decidimos ir a darnos un baño en un hamman. A una de las chicas, una compañera de clase española le había recomendado unos baños. Eran estupendos y maravillosos, teníamos que ir un día. Los baños allí funcionan unos días para hombres y otros para mujeres, nunca juntos. Y allá que nos fuimos alegremente, esperando unos baños y masajes relajantes. El barrio donde estaban los baños era de todo menos chic. Aquello era el auténtico El Cairo, el del día a día de sus habitantes. Pasamos por un mercado antes de encontrar la calles de los baños que estaba en una callejuela muy pequeña. En el mercado, todos nos miraban. Al entrar en los baños, la impresión fue de sobrecarga, era una habitación amplia pero sobrecargada de tapices. Una señora opulenta sentada en una silla junto con otras señoras hablando tranquilamente. No entendían el inglés y el árabe clásico que estudiaban mis acompañantes no parecía ser de mucha utilidad pero una chica que estaba allí e iba a entrar en los baños nos hizo de traductora. Gracias a ella, pagamos la tarifa, creo recordar que excesivamente alta, para mi que nos timaron y entramos en los baños propiamente dichos. Nos desnudamos en una sala y entramos en un lugar oscuro y lóbrego. No era precisamente la idea que teníamos de unos baños. Hemos visto demasiadas películas. Una sala grande con un una plataforma en medio cubierta de rachola y varias salas laterales más pequeñas componían el espacio. En medio de la plataforma la mujer más gorda que jamás había visto yacía como dios la trajo al mundo tranquilamente. Nos miramos unas a otras aterradas. Parecía una película de terror por lo menos. El primer paso del baño era una piscina minúscula con el agua caliente donde una mujer oronda también te daba un 'masaje' que consistía en ponerte de espaldas y pegarte porrazos hasta deslomarte. Después de dejarte muerta, a pesar de todas nuestras quejas de por favor un poco más suave que evidentemente la señora no entendía, pasamos al siguiente masaje, una de las chicas resbaló y se pegó un buen leñazo algo que a la masajista le importó tres pimientos. Vamos para haberse matado. Luego la mujer oronda de la plataforma te hacía tumbarte sobre la misma y con una manopla que parecía haber pasado por todo Egipto te restregaba la piel hasta casi arrancártela. El guante es de crin y rasca lo indecible, y aunque tu le dijeses que te duele y que por favor más suave, ella se limitaba a sonreír y seguir frotando. Después te aplicaban una especie de mejunge por todo el cuerpo que en teoría era una mezcla de hierbas, miel y no sé que más que después del frotamiento escocía horrores y con el cual te tenías que quedar durante unos minutos, de pie en otra sala, sin apenas ver para finalmente con agua fresquita enjuagarte bien y secarte, con unas toallas que andaban solas. Igual que las cucharachas que hacia el final de nuestro baño vinieron a saludarnos. Ni que decir tiene que nos fuimos muy poco secas, mientras la señora oronda insistía en que nos secásemos bien con la toalla sobretodo nuestras partes íntimas haciendo un gesto bastante elocuente y nosotras la mirábamos horrorizadas. Sonreímos y salimos casi corriendo de allí, al llegar a casa muertas de risa, nos duchamos otra vez. Un poco de hielo para la accidentada que se hizo un poco de daño al resbalar y a contar nuestra aventura. Hubiera estado bien encontrar a la simpática que nos recomendó aquel hamman, que convenientemente ya había abandonado el país. Si algún día me la encuentro por la calle, le daré las gracias como se merece. Solo os diré que estoy viva y con eso me vale. Y por lo que me consta mis compañeras de aventura también.

Por hoy ya no suelto el rollo, mañana, abandonamos el mundanal ruido de El Cairo para viajar al desierto blanco y el desierto negro. Como casi nos quedamos tirados en la carretera desierta, pasamos controles militares, vimos serpiertes venenosas, dormimos al raso y vimos como el cielo giraba, ah, perdón, como la tierra giraba y las estrellas se movían.

1 comentario:

Teuvo Vehkalahti dijo...

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