lunes, 23 de abril de 2007

Sant Jordi con Gabo


Hoy es el día de Sant Jordi. Uno de mis días favoritos del año porque es el día del libro. Como todos los años he ido a mirar libros y me he comprado alguno. En principio iba a ser uno pero no he podido evitar caer en la tentación de llevarme a casa una joyita extra que me llamaba desde las estanterías, la edición conmemorativa de 'Cien años de soledad' de Gabo. No cuesta ni diez euros y es un pecado mortal no comprárselo. Nada más quitarle el precinto he olido ese aroma increíble de los libros nuevos, me he deleitado pasando las páginas, viendo el diseño exquisito y ojeando los prólogos y escritos que Vargas Llosa y Carlos Fuentes entre otros han escrito sobre el libro. Una delicia. Me he sentido como un niño con juguetes nuevos. No se puede transmitir con palabras las emociones que me provocan los libros, los quiero con locura, son mis pequeños tesoros. Mi objetivo este Sant Jordi era 'El club dumas' de Pérez Reverte y ha caído, pero como premio por lo 'bona nena' que soy me he regalado también esa joyita que parió Gabo, nunca le estaré suficientemente agradecida a este hombre por escribir esta novela. Gabito eres dios!!!!!!!!!!!!!!! Así he contrarestado el disgusto que me he llevado esta mañana. En casa estamos pintando y he estado metiendo mis miles de cds en cajas y mientras lo hacía se me ha caído el vinilo de 'Esto no es una salida' de Nacho Vegas y se me ha roto!!!!! Me han dado unas ganas tremendas de llorar. Me encantan los vinilos pero no me los compro porque son demasiado delicados y que les pase algo me desespera. Este lo atesoraba como una joyita. Mierda. Se ha hecho añicos por un lado y parece que le ha pegado un bocado un animal salvaje. Sniff. sniff. Por lo menos tengo a Gabito, eso me consuela. Feliz Sant Jordi a todos!! Regalad o comprad libros, pero sobretodo leed!!!!! Regalito para todos:

EL VINILO

Todos los días lo sacaba de su funda y lo ponía en el tocadiscos. Era como un rito, ese momento especial en el que se dejaba llevar por todos y cada uno de los sentimientos que esa música le provocaba. La aguja sobre el disco rasgaba sonidos indescriptibles y se dejaba llevar. Lo guardaba como oro en paño y lo cuidaba como si le fuera la vida en ello. Aquel día se levantó más tarde de lo habitual y su encuentro con su disco favorito se retrasó. La noche anterior había salido a cenar con unos amigos, se lo había pasado francamente bien y se le pegaron las sábanas. Igualmente, no iba a renunciar a aquel placer íntimo. Así que se dirigió al tocadiscos, cogió el disco y al sostenerlo entre sus manos algo le inquietó. Un ruido extraño como de cuentas de collar sonaba dentro. Un temor indescriptible le invadió, sacó el disco con sumo cuidado y lo vio. Estaba roto!!!!!!!!!! Su mundo se hizo añicos en ese preciso instante. Dentro de la funda había pequeños trozos negros de vinilo que cayeron al suelo cuando lo sacó. Las lágrimas recorrieron sus mejillas. Aquello no podía ser verdad. Estaba soñando, era una pesadilla. Metió el disco en la funda y se fue directo a la cama a dormirse de nuevo y despertar para comprobar que todo era un mal sueño. Pero lo cierto es que no se durmió y aunque se pellizcó mil veces para despertarse tuvo que reconocer que ya estaba despierto y que no serviría de nada. El vinilo estaba roto. Estuvo horas y horas mirándolo herido de muerte, roto, inerte, inservible. Y entonces empezó, la tripa empezó a dolerle y unas náuseas imperiosas le subieron por la boca hasta hacerle vomitar. Negro, vomito negro. Pequeños trozos negros de vinilo. No lo entendía. ¿O sí? El día anterior se había saltado su rito, tenía cosas que hacer y llegaba tarde a la cena. Cuando llegó a casa se metió directo a la cama o eso pensaba a él. No lo recordaba. Pero si recordaba haberse levantando por la noche, de madrugada y con hambre de nuevo. Aunque por la mañana cuando se levantó tenía el estómago a rebosar. Y ahora miraba su vinilo favorito y ese mordisco que le habían pegado. Colocó su boca en el agujero. Cuadraba. Se había comido su propio vinilo. No lo entendía. ¿O sí? La verdad es que tenía que reconocerlo. Tenía un problema. Colocó el vinilo en un nuevo lugar. Un lugar donde no tendría que verlo, en ese armario maldito, junto con su libro favorito, su osito de peluche favorito, su micromachines favoritos, sus clicks favoritos,...todos ellos mordisqueados hasta la saciedad. Estaba claro que tendría que buscarse otro entretenimiento. Decidió que ya no le gustaba la música y que aquel disco tampoco era tan bueno, quizá podría encontrar algo nuevo con lo que entretenerse. ¿Coleccionar sellos tal vez? Quizá sería lo mejor porque aún recordaba cuando le dio por el punto y estuvo escupiendo pelusas de lana durante meses. Si, si, los sellos eran una buena idea. Y entonces empezó a imaginarse como sería ese momento especial cuando todos los días sacase su álbum de sellos para admirarlo o añadir uno nuevo a la colección. Lo veía, sería perfecto, perfecto, perfecto. Lo demás no importaba. Aunque cuando pegas un sello tiene un sabor tan amargo...

1 comentario:

Eduardo Izquierdo (aka Edu Chinaski) dijo...

Que grandísimo relato, cada día que pasa te superas....