martes, 2 de agosto de 2011

Modo alfombra

El calor es lo que tiene, que te deja como aplatanado y sin ganas de moverte. Por suerte, estos días por Barcelona no hace tanto calor, más bien está nublado o caen trombas espectaculares que parece que llega el día del juicio final, como la del pasado sábado. Aún así, cuando llega el verano nuestro bulldog adopta más si cabe el modo alfombra, se pasa el día durmiendo, cuando el suelo se le calienta por el calor corporal que despide, se cambia de trozo de suelo. Ahora me tumbo en la cocina, ahora detrás del sofá que hay corriente, ahora en el recibidor, siempre buscando el lugar más fresco de la casa. Es muy listo. En invierno hace todo lo contrario, se tumba al sol en el patio. Pero prácticamente se pasa así todo el día. Cuando hace mucho calor te dan ganas de hacer lo mismo. Buscar un trozo de suelo fresquito y tirarte a perrear.

Modo alfombra invernal

modo alfombra veraniega

Aquí un relato que le dediqué a Hades después de se interesara por 2666 de Roberto Bolaño.

Me giré un momento, tan solo un momento. Dejé el libro de Roberto Bolaño encima de la mesita del comedor porque pesaba y tenía las manos ya ocupadas con otras cosas. Subir y bajar escaleras, tengo faena. Escucho un ruido pero debe ser el perro. El perro. Alguna nueva debe haber liado, subo a ver su última hazaña. Nooooooooooooooo. Está destrozando ‘2666’ y ni siquiera es mío, es de la biblioteca. Lo peor de todo no es que lo haya roto, lo peor es que se lo ha comido. Se ha zampado unas buenas 400 páginas de las más de 1000 que tiene. Me mira con cara de bueno y yo le pego cuatro gritos bien dados. Me mira con cara de triste, le vuelvo a regañar y lo castigo encerrado. Se acabaron los mimos y las carantoñas. Días después seguimos enfurruñados. Me mira con cara de bueno pero no podrá conmigo, soy inamovible, no tengo compasión. Este pecado mortal que ha cometido no tiene perdón. Está sentado en la alfombra mirándome, yo miro la tele y hago como que no le veo. De repente dice: ‘¿Hasta cuando vas a adoptar esa actitud conmigo?’. Lo miro con los ojos desorbitados. Responde a la pregunta, me dice, es de maleducados no contestar. Me has roto el libro, le digo asustada. No me hacías ni puto caso, me responde indignado. Soy un cachorro y merezco cierta atención. No puedo estar por ti las 24 horas del día, tengo cosas que hacer, le digo. Pues no haberte comprado un perro, me espeta. Y luego, levanta la cabeza orgulloso y me pregunta: ‘¿Me puedo comer el resto del libro?, quiero saber como acaba'. Le di el libro, ¿qué iba a hacer?

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