miércoles, 7 de febrero de 2007

Maestro

Mi maestro y yo fuimos a pescar a la playa. A veces, después de un duro día de trabajo, nos relajábamos pescando peces de playa. Aunque yo al principio no lo sabía, estos momentos de calma y paz formaban parte de sus enseñanzas. Estábamos sentados sobre la arena de la playa con nuestras cañas a media tarde. Siempre íbamos a la misma playa desierta, donde el rumor y la calma del mar nos apaciguaba. El maestro pescó mucho como siempre, yo simplemente pesqué. Cuando pescábamos un pez, lo depositábamos en un cubo de madera con agua salada y al acabar la jornada, los devolvíamos al mar. Pero aquella vez, el maestro no devolvió a las aguas saladas a un pequeño pez plateado y con manchas azules y rojas. Este es un pez especial, dijo. Es el pez de mi destino. Abrió la boca y se lo trago sin masticarlo. Emprendimos el camino hacia casa y una vez allí, el maestro se sintió cansado y me pidió que le ayudase a acostarlo. Y entonces me dijo, es la hora de que sigas tu camino sólo, yo te he de dejar. Mi trabajo ha acabado. Algún día, al lado de tu alumno pescarás un pez plateado y con manchas azules y rojas y sabrás que has cumplido con tu trabajo. Después de decir esto, cerró los ojos y se durmió. Nunca más despertó.

p.d. la había colgado en mi fotolog, la cuelgo aquí también.

3 comentarios:

gus aneu2 dijo...

Voy a hacer un blog (como dice annna) de los ventiladores de tu poesía.
Y yo seré el primero :-)

lenoreanabel dijo...

Gracias gus, tanto halago me sonroja sobremanera. Me alegro mucho que te guste tanto lo que escribo.

gus aneu2 dijo...

Me gusta de verdad, pero dejaré de decirlo para que el calor de tus mejillas no te impida seguir imaginando y creando.
Pero, ¿puedo seguir recomendandote?
Bah! no importa...
Aunque no me dejes lo haré ;-)