martes, 4 de septiembre de 2007

Stromboli

Vivía en una pequeña isla alejada del mundo. Nunca nadie pasó por allí desde que llegó. Una pequeña niebla rodeaba la isla y la protegía de influencias externas. Era lo que quería, por eso fue allí. Huyendo de los males del mundo. Huyendo del demonio. Todo fue así hasta un día. Un día de finales de verano cuando el sol picaba en mitad de la tarde y paseando por una de sus playas de aguas cristalinas descubrió algo que el día anterior no estaba, un embarcadero de madera. Lo más curioso es que era imposible que alguien lo hubiese construido durante la noche, nadie más habitaba aquella isla y además, el embarcadero había sufrido el paso del tiempo y los incontables años, parecía demasiado antiguo para ser nuevo. Prefirió no acercarse y pasar de largo. Aquello era una mala señal. Al día siguiente el embarcadero seguía allí, y al otro y al otro. Nadie se había acercado a él desde el otro lado del mar. Picado por la curiosidad fue hasta el lugar y caminó descalzo sobre la madera antigua que crujía. Se acercó hasta el final del embarcadero, miró el agua transparente y luego hacia el horizonte. Nada se veía, todo seguía igual, nada había cambiado. Al día siguiente volvió a pasar por allí en su paseo de todas las tardes y notó algo extraño. Una pequeña barca de madera estaba atada al embarcadero. Al principio se asustó, pensó que habían invadido su pequeña isla y que estaba perdido. Entonces se puso manos a la obra y la registró de arriba a abajo, buscando al intruso con la intención de echarlo a patadas si era necesario. Aquella era su isla y nadie se la quitaría. Pero allí no había nadie. Él era el único habitante. No entendía que estaba pasando pero al día siguiente se acercó de nuevo al embarcadero. Miro la barca, luego hacía la isla donde había estado su hogar durante tantos años de retiro y luego la barca otra vez. No lo dudó ni un momento, se sentó en la barca y se puso a remar. Y mientras abandonaba su isla, supo que había llegado el momento de volver, que ya no quería huir más, que el mundo estaba allí esperándolo. Aquella noche soñó que abandonaba una isla en la que creía que había vivido incontables años y que no era otra que su propio yo.

2 comentarios:

MORELLA dijo...

Está muy bien eso de dejar atrás lastres del pasado que vamos cargando a nuestras espaldas nosotros mismos, con ayuda de los otros (por supuesto)amigos y enemigos. Bravo por los que se enfrentan de cara a sus propios demonios. Bravo por la gente que sabe escribir y pone el corazón en ello!

lenoreanabel dijo...

Bravo por mi charolastrilla!