No paro de mirar a la luna. Esta noche he soñado con ella. No recuerdo que soñé, sólo que ella era la protagonista. Grande, blanca, radiante. Brillaba con tal intensidad que casi era como un sol. Y yo estaba allí, quieta mirándola y mirándola sin parar. He soñado con la luna y no me la he podido quitar de la cabeza. Ahora la veo por todas partes, la ansío, la observo, la admiro. Y cuando no está, la anhelo. Nerviosa me paseo de un lado a otro sin parar. ¿Ha salido ya?, me preguntó. Y una vez que aparece majestuosa en el cielo, no puedo parar de mirarla. Hoy le pasa algo a la luna. Le falta algo. Se echa en falta. Es como si alguien le hubiera pegado un mordisco. Pero eso no es todo. Hoy, me he despertado gato. No recordaba haberlo sido nunca. ¿quizás en una vida anterior? Soy todo pelo negro, bigotes y sonrisa. He buscado la luna nada más despertar. Sobre mis cuatro patas he caminado hasta el balcón y la he visto, le faltaba un trozo. Entonces he recordado. He recordado la luna gigantesca y mis grandes dientes y mi boca sobre ella. Umm, la boca se me hacía agua. Tengo la tripa llena de luna. Hoy he soñado que me comía la luna y cuando me he despertado he visto que le faltaba un trozo. Y mi yo gato se ha ido contento y feliz, a la espera de la próxima siesta donde pensaba hincarle un buen mordisco de nuevo a la tierna luna.
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